martes, 27 de enero de 2009

RECORDAR ES AMAR

Cuanto más lejos está una persona muy querida y apreciada, más se le añora y se le recuerda, se siente un amor especial. A veces parece ser que para sentir ese amor tiene que suprimirse el contacto inmediato y distanciarse, y no digamos, cuando un ser querido fallece, es cuando más se le recuerda y se echa de menos. Por desgracia, cuando se pierde un objeto preferido o una persona amada, es cuando más se valora.

Sólo se ama a una persona cuando se la conoce, se la trata, es honrada, buena persona y responde con un amor recíproco.

Esto que sucede en plano humano, nos debería pasar con respecto a Dios, al que está muy lejos de nosotros y al que, por otra parte, deberemos amar con todo nuestro ser y sobre todas las cosas.

Y ¿Cómo, si nunca LO hemos tenido a nuestro lado? Recordándolo.

Y ¿Cómo LO vamos a recordar si no LE conocemos? De ahí que si queremos cumplir el primer Mandamiento de amar a Dios,

Lo PRIMERO que tenemos que hacer es CONOCER a Dios leyendo las Sagradas Escrituras, sobre todo los Evangelios, y al saber todo lo que Jesucristo hizo por nosotros y está dispuesto a seguir haciendo, cuando nos prometió que El es el Camino, la Verdad y la Vida y que el que LE sigue no anda en tinieblas, entonces LO conoceremos.

Lo SEGUNDO es TRATARLO. Y ¿Cómo tratar con un Dios tan lejano?.

Aquí está el RECORDARLO con mucha frecuencia sabiendo que prometió que estaría con nosotros todos los días hasta la consumación de los siglos y, no digamos, si en nuestro TRATO, recordamos sus palabras” El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí y yo en él” ¿Puede existir un trato más íntimo?.

Si durante el día RECORDÁRAMOS con más frecuencia que vamos a recibir a todo un Dios, y cuando lo hemos recibido en la Eucaristía y que va a seguir con nosotros, disfrutaríamos de un amor de RECUERDO y presencia.

No hay comentarios: