viernes, 23 de enero de 2009

UN SOLITARIO BIEN ACOMPAÑADO

Muchas personas no soportan la soledad, sienten pánico sentirse solos y buscan la compañía a cualquier precio, a otros por el contrario, le atosiga la muchedumbre y la compañía no deseada.

Existen personas que por motivos religiosos y por vocación se retiran del mundanal ruido para recluirse en monasterios y conventos; pero aún estos no viven en solitario, viven en comunidad regulada.

El Sacerdote o Cura de pueblo suele ser el solitario más solitario, porque si no tiene algún familiar que pueda vivir con él, vive solo y casi nadie puede ayudarle, porque si es una mujer del pueblo, no es conveniente y si es un hombre tampoco le podría ayudar en las tareas de la casa que son el caballo de batalla.

Hay miles de curas de pueblo por todo el mundo y suelen pasar desapercibidos para sus feligreses que no saben apreciar, a veces, el sacrificio que esto le supone.

Bien es verdad que lo hacen por vocación y lo soportan porque Dios está con ellos y ellos con Dios y por lo tanto con la mejor compañía.

Se suele oír aquello de que “ vives mejor que un cura “. Si esto fuera verdad, estarían llenos los Seminarios, los Conventos y Monasterios. Muchas personas, por intereses políticos y otros motivos quieren ignorar la labor social y humanitaria de los curas, monjas y frailes y si pudieran, los suprimirían.

En otros trabajos y profesiones se ven los resultados, un médico sabe cuando ha curado y un abogado cuando ha ganado un pleito, eso satisface y es un modo de compañía, el Cura de pueblo bautiza, casa, confiesa, celebra Misa, entierra, predica y, muchas veces, es como si predicara en el desierto y no por eso, desanimado, deja de seguir sembrado la buena palabra...

Sus trabajos apenas son recompensados, no sólo monetariamente, sino sobre todo y lo más humano y gratificante, con el reconocimiento.

Lo más triste es que los propios feligreses sólo ven sus defectos humanos y en lugar de pedir a Dios que les ayude y les haga más santos, porque su santidad repercutirá en todos, pierden el tiempo en criticarle.

De todas formas siguen solitarios; pero son los mejores acompañados porque si siguen y no arrojan la toalla, es la prueba evidente de que Dios está con ellos. Y como decía Santa Teresa: “Quien a Dios tiene nada le falta. SOLO DIOS BASTA”.

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