sábado, 17 de enero de 2009

UNA VELA A DIOS Y OTRA AL DIABLO

Lo que no se debe hacer es encender una vela a Dios y otra al diablo, consejo muy frecuente y por todos conocido; pero que puede que tenga varias interpretaciones:

Si se le enciende una vela a Dios, nunca será admisible que se la pueda encender al diablo. Esto es demasiado riguroso y por lo tanto impracticable. Hay que aceptar que, dada nuestra debilidad e inclinación al pecado, aunque amemos a Dios y por lo tanto LE tengamos encendida una vela, también se la encendemos al diablo.

San Pedro que estaba dispuesto a dar su vida por Jesucristo, como lo dijo en una ocasión, juró tres veces, en la noche del Jueves Santo, que ni LO conocía. Y sería la piedra sobre la que Jesús quería fundar su Iglesia.

Lo que sí conviene tener muy claro, para nuestro bien, si no queremos quedarnos completamente a obscuras en este mundo lleno de tinieblas es que JAMÁS se nos apague, por lo menos UNA vela que siempre se la tenemos que tener encendida a Dios, aunque los vientos de dudas y las inundaciones de propaganda atea o laicista soplen con fuerza para apagarla.

Cuantas más velas tengamos encendidas a Dios, nuestras vidas serán más luminosas, nos sentiremos más optimistas y estaremos mas precavidos para no encendérselas al diablo, porque son velas que en lugar de alumbrar nos meten en un mundo de tinieblas, remordimientos y pesares que nos pueden conducir a depresiones y otros males.

Si queremos caminar por senderos luminosos y librarnos de los tenebrosos, recordemos lo que Jesucristo nos dijo:

“YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA, EL QUE ME SIGUE NO ANDA EN TINIEBLAS”.

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