viernes, 5 de junio de 2009

¿BUENA SUERTE? ¿MALA SUERTE? ¡QUIÉN SABE!

Una historia china habla de un anciano labrador que tenia un viejo caballo para labrar su campo. Un día el caballo escapó a las montañas.

Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!

Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!

Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, se cayó y se rompió una pierna.

Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién lo sabe!

Unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota, lo dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!

Otra historia india cuenta que un día, Akbar y Birbal fueron a la selva a cazar. Al disparar Akbar la escopeta, se hirió el pulgar y gritó de dolor. Birbal le vendó el dedo y le endilgó el consuelo de sus reflexiones filosóficas: “Majestad, nunca sabemos lo que es bueno o malo para nosotros”. Al emperador no le sentó bien el consejo, se puso hecho una fiera y arrojó al Visir al fondo de un pozo abandonado.

Continuó después caminando solo por el bosque, y en esto un grupo de salvajes le salió al encuentro en plena selva, le rodearon, le hicieron cautivo y lo llevaron a su jefe. La tribu se preparaba a ofrecer un sacrificio humano y Akbar era la víctima que Dios le había enviado.

El hechicero oficial de la tribu lo examinó en detalle, y al ver que tenía roto el pulgar, lo rechazó, ya que la víctima no había de tener defecto físico.

Akbar cayó entonces en la cuenta de que Birbal había tenido toda la razón, le entró remordimiento, volvió corriendo al pozo en el que lo había echado, lo sacó y le pidió perdón por el daño que tan injustamente le había causado. Birbal contestó: “Majestad: No tiene por qué pedirme perdón, ya que no me ha causado ningún daño. Al contrario, su majestad me ha hecho un gran favor, me ha salvado la vida. Si no me hubiera arrojado al pozo y hubiera continuado yo a su lado, esos salvajes me habrían cogido a mí para su sacrificio.

¿Qué conseguimos con renegar de nuestra mala suerte? Quemarnos las bilis, si es que no le echamos la culpa a Dios, en lugar de aceptar con resignación esa mala suerte y esperar a que Dios nos conceda una buena.

No hay comentarios: