viernes, 12 de junio de 2009

Libertad, Igualdad y Fraternidad. ¿PARA QUIÉN?

He aquí la Trilogía Utópica más predicada y enaltecida de todos los tiempos modernos y que sólo ha servido como banderín de enganche para constituir batallones de incondicionales legionarios dispuestos a morir, si es necesario, por defender una ideología progresista a ultranza y partidista, que precisamente mina los cimientos del tal Utopía.

La LIBERTAD es un señuelo para caer en el libertinaje que es todo lo contrario de libertad, porque la libertad de cada uno termina donde empieza la de otro, que muchas veces, al estar protegido políticamente, es más fuerte.

Hoy el libertinaje está al orden del día. Véase la droga, el alcohol, la promiscuidad sexual, la violencia de género, la pederastia, la pornografía infantil, las violaciones a mujeres etc.etc.

No todos los ciudadanos pueden expresar libremente sus opiniones, si no son “ políticamente correctas”. “No sale en la foto el que se mueva”.

La IGUALDAD, tan predicada con la paridad entre el hombre y la mujer, que es una “Parida”, porque si esto se convirtiera en una realidad, apaga y vámonos. Aquí, o parimos todos o se rompe la baraja.

¿Qué ventajas tiene que nos gobiernen el mismo número de hombres que mujeres si no reúnen los conocimientos y cualidades adecuadas?.

Una igualdad más social y efectiva, sería si la mujer, que al quererse casar, tener hijos y formar una familia y tuviera o quisiera dejar de trabajar para atender todas las labores domésticas, que son trabajos ineludibles de la mujer, percibiera un salario con cargo al Estado, como está el de los demás funcionarios, puesto que ella desempeña una función social importantísima como es traer vidas y protegerlas que son los pilares de toda sociedad.

El partido que llevara en su programa electoral tal proposición de igualdad entre el marido que trabaja fuera de casa y la mujer en casa, seguro que arrollaría.

Siempre se ha dicho que la Democracia es el sistema de gobierno menos malo y opino que se podría perfeccionar si no tuvieran el mismo valor el voto de, por ejemplo, un Catedrático y su alumno, para elegir a los más preparados y adecuados gobernantes.

La FRATERNIDAD. Ésta sí que brilla por su ausencia porque entre tantas autonomías, tantos partidos y partidillos, cada uno arrima el ascua a su sardina, el yo, yo, y yo, es lo que prevalece. Más que fraternidad, estamos abocados al fratricidio.

Los únicos que podrán disfrutar de esa Libertad, Igualdad y Fraternidad, son los que cumplan las enseñanzas de Jesucristo.

Al verdadero cristiano seguidor de Jesucristo, posiblemente, tendrá que sufrir el libertinaje de su vecino; pero interiormente, que es lo fundamental, se sentirá libre porque vivirá en la verdad. Jesucristo dijo: “LA VERDAD OS HARA LIBRES”.

Entres los verdaderos cristianos sí que existe la igualdad, porque ante Dios todos somos iguales, porque lo que nos iguala no es que todos tengamos que ser ricos o todos pobres, sino el que sepamos florecer y vivir en las circunstancias en que nos toquen, con cristiana resignación, esperando siempre lo mejor, si creemos en las palabras de Jesucristo cuando dijo:

“No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer y beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ella?. Buscad, pues primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”(Mt.6).

Donde únicamente existe la fraternidad verdadera, es entre los creyentes. Un católico, vaya donde vaya, siempre encontrará otro católico, que en caso de necesidad, recibirá ayuda.

Ojala el comportamiento interno y externo de todos los católicos fuera tan acorde con lo que predican, sin avergonzarse de llamarse y actuar como tales, siendo tolerantes; pero sin tragarse las ruedas de molino que nos proponen, para que los que critican a la Iglesia, no tuvieran más remedio que reconocer, que en sus vidas hay algo, de lo que pudieran, si no decir, porque no sería “ políticamente correcto”, al menos pensar, que es admirable.

Al sentirnos hijos de Dios, y al amar al prójimo como a nosotros mismos, entonces, surgirá la auténtica FRATERNIDAD.

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