miércoles, 24 de junio de 2009

UN CATÓLICO PUEDE SER INTELECTUAL

Algunos ateos que se autodefinen como intelectuales, suelen pensar o decir que un católico no puede ser intelectual. Tal afirmación, o es arbitraria, pretenciosa, o realmente tiene un fondo de razón, aunque falso.

Si le pedimos a los que hacen tales afirmaciones que nos den una definición objetiva, posiblemente nos den una subjetiva que habrá tantas cuantos se consideren intelectuales.

Intelectual, viene del verbo latino "intelligere" que está compuesto del prefijo latino "Inter" que significa "muy adentro" y del verbo "legere" que significa "mirar con atención" "examinar" "comprensión plena". Si aceptamos esta definición. ¿Es que un católico no puede entender en profundidad las letras y las ciencias?

Ahora bien, si sólo consideramos intelectual al que sea capaz de crear o decir algo monstruoso, carente de verosimilitud, conduzca al engaño, o vaya claramente contra las Leyes Divinas o naturales, aquí si que no puede haber ningún intelectual que se confiese católico, porque no sería consecuente en sus manifestaciones culturales y de pensamiento con lo que la naturaleza ha ordenado y Dios ha revelado. No puede pensar y menos decir lo que le venga en gana con tal de protagonizarse y pasar como un creador, cuando puede que sea un destructor.

Es verdad que algunos intelectuales ateos han creado monstruos que con el tiempo han tomado carta de ciudadanía; pero cuántas ideas han lanzado que están socavando los cimientos de la presente y futura civilización.

Posiblemente en el ateísmo se puedan dar más pensadores, porque al no tener límites al, pensar o decir, el campo de actuación es casi infinito; pero precisamente en esa falta de límites, está su carencia de fecundidad, vigor y perpetuidad. Quitad a un río sus márgenes que lo encauzan y todo lo inundará, terminando su misión controlada y benéfica.

Es más fácil crear seres imaginarios o reales anárquicos que civilizados y con todos sus movimientos previstos. La aventura es positiva si sale bien; pero puede ser irreversible si fracasa.

El mundo tiene que seguir progresando; pero que nadie le fuerce el ritmo y mucho menos que la meta en un callejón sin salida, ni tampoco que lo frene demasiado. Hay que reflexionar mucho en lo que se piensa y se dice.

Que el intelectual católico sepa, sin complejos, acercarse más a los límites que le marcan las Leyes Divinas y naturales. Posiblemente descubra que tales límites están más allá y pueda otear nuevos panoramas y rutas para una sociedad más libre y responsable.

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