lunes, 1 de junio de 2009

UNA TERCERA PARTE DEL DÍA ESTAMOS MUERTOS

Cuando dormimos, estamos muertos porque aunque lata nuestro corazón y todo nuestro organismo esté vivo, nosotros, como tales personas conscientes, vivimos en otro mundo que nunca será el real, podremos tener sueños de algo que hemos vivido; pero, muchas veces, no se parecen jamás a la realidad, podremos soñar con personas y cosas que nunca hemos conocido y tener horribles pesadillas.

El sueño es como un ensayo de la muerte, una intuición de lo que podrá ser después de que dejemos este cuerpo.

La otra vida será como un sueño eterno. Para unos, será “dormirse en el Señor”, siempre y cuando, algunos minutos del día, de esas 16 horas en las que podremos estar plenamente conscientes, intentemos conocer y amar a ese Señor, en quien queramos o no, tendremos que dormir y por toda la eternidad.

Recordemos que mientras estemos vivos, podremos amar, olvidar y hasta odiar a Dios porque somos libres; pero en la otra vida, Dios nos amará si LE hemos amado. El amor es a la recíproca.

Muchos pensarán que la otra vida, por ser eterna, será aburrida.

¿Acaso cuando se duerme se está aburrido? ¿No nos parece cuando nos despertamos que sólo ha durado unos minutos?.

Pues la vida eterna será algo semejante.

Pienso que en el sueño nos quiere dar Dios un pequeño atisbo de lo que será la otra vida.

Si el sueño ha sido placentero, puede que sea como una sombra de lo que será la GLORIA y si ha sido una angustiosa pesadilla, la del INFIERNO.

Si en este mundo lo que más nos gusta y satisface es viajar y conocer las maravillas. ¿Quién nos puede negar que allá arriba llegaremos a desentrañar con detenimiento todos los misterios que aquí no hemos podido comprender que son bastantes y viajar, ya en espíritu por los millones de galaxias?.

Aunque Dios es infinitamente misericordioso y nos amará ETERNAMENTE, démosle TEMPORALMENTE un poquito de nuestro amor.

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