martes, 28 de julio de 2009

LA OCTAVA PALABRA

Lo que verdaderamente da prestigio y fama a un diplomático es cuando consigue que dos países enfrentados, no sólo se reconcilien, sino que trabajen unidos en una causa común en beneficio de todos, sabiendo renunciar cada uno a su ideología e intereses propios.

Cuando se da ese caso, se debería escenificar y fotografiar, no al diplomático ni a los contendientes, sino solamente dos manos estrechadas en un recuadro en grande para simbolizar que en la UNIÓN está la fuerza de todo progreso y bienestar.

Dicen que el Vaticano tiene el cuerpo más famoso y eficaz de diplomáticos. Por algo será.

Jesucristo escogió la muerte en CRUZ , porque al tener extendidas las manos una a la derecha y otra a la izquierda, SIMBOLIZABA que quería morir para salvarlos a todos UNIÉNDOLOS en su CORAZÓN, de donde únicamente puede surgir, por el amor, la unión de voluntades, fuente de paz y felicidad.

Aunque Jesucristo pronunció desde la cruz las siguientes siete palabras:

“Tengo sed”
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
“Padre, ¿Por qué me has abandonado?”
“Madre, ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”
“Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”, le prometió al buen ladrón que aceptó el castigo, merecido por sus pecados.”
“Consummatum est”
“En TUS manos encomiendo mi espíritu”

Hoy día, en su octava palabra, a sabiendas de que muy pocos la escucharían, diría lo siguiente:

Los que se declaren seguidores míos, que no sean cobardes y lo manifiesten públicamente más con los hechos que con palabras y que al mirarme en la cruz, sepan que no serán mejor tratados.

A los que no crean en mí y me odien, les preguntaría qué mal les he hecho y por qué me temen, si estoy clavado en la cruz. Yo no puedo ni debo intervenir en su mundo, ellos son los responsables.

El mió está más arriba en donde espero a todos para acomodarlos en el sitio que les corresponda.

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