sábado, 18 de julio de 2009

UNO CON FE ES UN DIOS EN LA TIERRA

Si Jesucristo dijo que el que tuviera FE podría mover montañas, es porque ha recibido de Dios el mismo poder.

Lo triste es que muy pocos consiguen ese poder, que por otra parte, está al alcance de todos, siempre y cuando se adquiera esa FE, que no es otra que tenerla contra viento y marea, como la tuvieron y la siguen teniendo tantos santos y tantos cristianos, santos ignorados.

El poder de los poderosos de este mundo es el dinero, las armas, la tiranía, la compra de fieles seguidores y el avasallamiento.

El único poder que Dios quiere delegar en este mundo, es el de la FE. Es un poder moderado. No se impone, sólo se da a conocer. Jamás se abusa de él. No actúa por intereses materiales, ni hace milagros por ostentación, sino para remediar los muchos males que nos aquejan. Aguanta con resignación todas las calumnias y ataques de los enemigos de Dios.

Muchas veces, Dios concede ese poder para sufrir toda clase de enfermedades, sufrimientos, tragedias y hasta martirios para darnos a entender que a pesar de todas las circunstancias adversas o trágicas, Dios sigue existiendo y actuando con amor aunque no lo comprendamos.

Cuando la Madre Teresa de Calcuta recogía en las calles de Calcuta aquellas piltrafas humanas malolientes y cubiertas de llagas, los estaba acogiendo porque en ellos veía a su Señor, en quién ella, atormentada por las dudas, no sentía momentáneamente la FE de siempre; pero como la fe no es sólo un sentimiento, sino convicción y voluntad, sacaba las fuerzas para seguir actuando. Era una diosa en la tierra.

Por eso la Madre Teresa de Calcuta sigue haciendo milagros, ya está Beatificada y va camino de la Canonización.

¿Quién no ha sufrido la tentación de dudar de la existencia de Dios y sobre todo de su actuación amorosa al ver tantas enfermedades, tantas injusticias, tantas tragedias y tantos males?

Ante tales sentimientos que nos atormentan, no nos queda otro remedio que agarrarnos a la FE “ Del carbonero” echarnos en los brazos amorosos de Dios, y esperar sus caricias que llegarán, vaya si llegarán.

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