Si una buena madre desea y, en cierto sentido, manifiesta que todos los hijos sean buenos, honrados, trabajadores, cariñosos, inteligentes religiosos, que se lleven bien con los hermanos, que atiendan a sus padres, que no caigan en la droga ni en la promiscuidad sexual, que no queden embarazadas y mucho menos que aborten, que puedan recibir una educación que les ayude a conseguir todas estas virtudes y que tengan la suerte de ser gobernados por personas honradas, inteligentes y que gobiernen para el bien común de todos.
¿Quién se atrevería a criticarla y no por lo de utópico que tienen sus deseos, sino porque irían en contra de la política deshumanizada y partidista de un gobierno que pondría en peligro a sus hijos para conseguir algo de esa utopía que ella desea y tiene derecho a que se les respete?
¿Quién tiene derecho a criticar a la Iglesia, que es la que desea todas estas cosas para sus hijos, puesto que es madre de todos los creyentes y no creyentes?
Dada la libertad de expresión, todo el mundo puede hacer críticas y si son constructivas, no sólo puede, sino que debe.
Una crítica cuando es un insulto y una amenaza, como las que se están pronunciando en contra de la Iglesia: “Arderéis como en el 36”, tal expresión es como un enaltecimiento del terrorismo y el intento de quemar una Iglesia en Torrelodones, es ya terrorismo.
A la Iglesia o más bien a sus componentes, se les puede criticar cuando sus comportamientos o trato con los demás no estén de acuerdo con lo que la Iglesia enseña y ellos predican.
La Iglesia enseña y propone; pero jamás impone, por lo tanto deja plena libertad.
El que no la quiera seguir, allá él; pero nunca le dará derecho a critica y mucho menos amenazar o intentar matar.
¿Estamos en una democracia o en un fascismo puro y duro?
El hecho de que sea muy difícil conseguir lo perfecto, no por eso, se debe santificar y dar por bueno, lo que intrínsicamente es malo y perjudicial para el individuo y la sociedad.
Hay que reconocer que para un pastor es más cómodo y fácil sentarse a la bartola y dejar que el ganado se meta en sembrados donde no debe, que estar pendiente y llevarlo controlado para bien del ganado y de los campos.
Se debe aspirar siempre a lo perfecto y, al menos, trabajar para ello, porque inevitablemente vendrá el tío paco con la rebaja.
Si nos predican y nos llevan por lo mediocre, acabaremos en lo rastrero.
Con esto no se llega a ninguna parte y nunca seremos una nación próspera.
martes, 4 de agosto de 2009
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