miércoles, 19 de agosto de 2009

UNA ENERGÍA MISTERIOSA

Dicen que la televisión en color emite ciertas radiaciones perjudiciales para nuestra salud, lo mismo dicen de los teléfonos móviles, los microondas y otros artilugios y no obstante los seguimos utilizando, nosotros que tanto nos cuidamos del cuerpo y de la salud.

Existe una energía muy misteriosa, gratis y saludable que apenas utilizamos, que emana del SANTÍSIMO SACRAMENTO; pero para que esa energía llegue a nosotros, tenemos que saber estar delante del Sagrario sin prisas, con la mente en blanco sin que la ocupen otros pensamientos, otras imaginaciones, que son como las ventanas cerradas de nuestro espíritu las que impiden que entre Dios en nuestra alma, como lo hacen las ventanas que hasta que no se abren no puede entrar la luz.

Deberíamos tener de par en par las ventanas de nuestros buenos pensamientos y estar plenamente convencido de que allí oculto en el Sagrario, está realmente Jesucristo.

Alguno pensará: ¿Cómo es posible que Jesucristo esté SOLO, día y noche, OCULTO en tantos Sagrarios, como hay por todo el mundo?

ESTARÉ CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA EL FIN DEL MUNDO.

¿Cómo podría Jesucristo cumplir esta promesa, si no fuera porque pensaba permanecer realmente en la Eucaristía?

Tendría yo uno 17 años, cuando un domingo, al salir de un partido de fútbol, entré en la ermita de la Virgen, que estaba a la salida del campo, para hacer, como todas las tardes, la visita al Santísimo.

Me arrodillé en el último banco, con las prisas y atención imaginable, ya que les había dicho a mis amigos que continuaran y que los alcanzaría para ir al cine.

El Santísimo estaba en Exposición Menor.

Entonces, SENTÍ, no sé cómo, fue como una intuición como un flas y vi a Jesucristo allí presente, ¿Cómo? No lo sé: pero lo tengo grabado como si hubiera sido ayer; y jamás lo he vuelto a sentir, aun después de muchas horas de oración delante del Santísimo.

Esto no es nada comparado con lo que Santa Teresa SINTIÓ y dejo escrito:

“Un día acabando de comulgar, me pareció verdaderamente que mi alma se hacía una cosa con aquel cuerpo sacratísimo del Señor, cuya presencia se me representó y hízome gran operación y aprovechamiento”.

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