viernes, 9 de octubre de 2009

UNA RENDICIÓN SIN CONDICIONES

Cuando una ciudad se encuentra sitiada, sin agua, sin víveres y extenuada por toda clase de enfermedades, no tendrá más remedio que rendirse y sin condiciones si quieren sobrevivir. La vida, por muy mala que pueda ser, siempre debería preferirse.

Si amamos nuestra vida corporal y espiritual, no tenemos más remedio que rendirnos sin condiciones ante todo lo que Dios permita que nos sobrevenga, porque, queramos o no, es el dueño de nuestra vida y siempre, siempre, lo será para nuestro bien.

¿Quién se atrevería y qué conseguiría con ponerle condiciones a Dios?
Sólo nos podremos dirigir al TOPODEROSO con humildes súplicas y con una FE y ESPERANZA inquebrantable en que, como Padre que es, nos ayudará en los momentos difíciles, que es cuando nos tenemos que rendir sin condiciones, sin pedir explicaciones, solamente ponernos en sus manos amorosas y esperar. Estas son sus condiciones, no hay otras que nos puedan solucionar los problemas.

Recordemos las palabras de Jesucristo que como Dios dijo:

“Venid a mi todos los que andáis angustiados con trabajos y cargas que yo os ALIVIARÉ”

Sepamos que dijo que os Aliviaré y no que las SUPRIMIRÉ, porque entonces, ¿Dónde sentiríamos su mano amorosa que nos alivia y ayuda, si de antemano las ha suprimido?

Así actúa su Divina Providencia, no la nuestra, en la que, siempre queremos que todos los acontecimientos nos vengan derechos y no torcidos, aunque después comprobaremos que se han enderezado, con algún sufrimiento; pero posiblemente mejor de lo esperado.

Es el pequeño tributo a la Divina Providencia y el único modo de acordarnos de Dios y ser agradecidos.

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