lunes, 16 de noviembre de 2009

HAY QUE MORIR PARA VIVIR

El que haya tenido la curiosidad de observar cómo de un piñón enterrado en la tierra, y al pudrirse, ver salir como si fuera de su tumba, un diminuto retoño que con los años, se podrá convertir en un corpulento pino, no tendrá más remedio que pensar: ¿Por qué tiene que morir un piñón para que luego crezca un pino?

Esta pregunta nos la tendríamos que hacer ante el nacimiento de una nueva vida, sea vegetal, animal y sobre todo humana.

¡Que de un óvulo y un espermatozoide nazca un nuevo ser tan complicadamente bien formado!

Estamos rodeados de misterios que nos avisan y nos dicen que si en este mundo no nos pudrimos en la tierra, que sería morir al pecado, no podremos germinar y seguiremos sepultados en esta tierra inmunda.

“En verdad os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho fruto.”, Dijo Jesucristo.

¿Qué mejor fruto podemos conseguir para nosotros mismos, que alcanzar la vida eterna, si antes hemos muerto al pecado?

Un día Jesucristo les dijo a sus Apóstoles:

“Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a ese monte: Vete allá, y se iría, y nada os sería imposible.”

Si tuviéramos fe…¿Cuántos frutos podríamos recoger para nosotros y para los demás ¡¿Quién tuviera esa fe?!

A Jesucristo le gustaba usar la semilla como ejemplo para su predicación, como cuando comparó, nada menos, el “Reino de los Cielos a un grano de mostaza, que con ser la más pequeña de todas las semillas, cuando ha crecido es la más grande y llega a hacerse un árbol.”

Todo esto nos demuestra que aunque nuestra vida nos parezca poca cosa y que con el tiempo se va pudriendo con los achaques y enfermedades, cuando la perdamos, SURGIRÁ algo grandioso y ETERNO.

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