miércoles, 4 de noviembre de 2009

JESUCRISTO ESTÁ MÁS CON NOSOTROS QUE CON EL PADRE

Cuando San José reflexionaba sobre qué hacer al saber el embarazo de María, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondréis por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta que dice:

He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo,
Y se le pondrá por nombre EMMANUEL que quiere decir:
DIOS CON NOSOTROS.

Está claro que antes de que naciera Jesús, su misión sería ESTAR CON NOSOTROS.

Por las venas de Jesucristo corrió sangre nuestra y la derramó para que por las nuestras pudiera correr la gracia santificante.

Al vivir entre nosotros durante su vida pública no hizo otra cosa que enseñarnos con su predicación y sus obras, que ÉL era único CAMINO para ser relativamente felices en este mundo y que gracias a su Pasión y Muerte, abriría las puertas del Cielo.

Cuando ya resucitado y antes de partir para “Su Dios y nuestro Dios, su Padre y nuestro padre”, le dijo a sus apóstoles:

YO ESTARÉ CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS HASTA AL CONSUMACION DE LOS SIGLOS.

Para cumplir tal promesa, mucho antes de morir dijo:

EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE, MORA EN MÍ Y YO EN ÉL.

El que hizo tales promesas, o era un fatuo, un loco, o verdaderamente era DIOS.

Quiero recordar haber leído en algún pasaje evangélico que Jesús dijo que: “SU DELICIA ERA ESTAR CON LOS HIJOS DE LOS HOMBRES.”

¿Tenemos siempre abiertas las puertas de nuestro corazón, o sólo se las abrimos cuando LE tenemos que pedir algo?

Por eso sigue estando presente en la EUCARISTÍA, oculto en miles de Sagrarios y siendo recibido sacramentalmente por millones de creyentes.

También se ha manifestando a muchos santos y lo sigue haciendo como podremos comprobar si leemos lo que dejó escrito García Morente, filósofo, agnóstico, convertido a la fe (creo que gracias a las oraciones de su hija) y luego se ordenó de sacerdote.

“Volví la cara hacia el interior de la habitación y me quede petrificado. Allí estaba EL. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba; pero EL estaba allí.

En la habitación no había mas luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón.

Yo no veía nada, no oía nada, no tocaba nada. No tenía la menor sensación; pero EL estaba allí. Yo permanecía agarrotado por la emoción y LE percibía, percibía SU presencia con la misma claridad con que percibo el papel blanco en que estoy escribiendo con absoluta e indubitable evidencia.”

No hay comentarios: