lunes, 23 de noviembre de 2009

¿SE PUEDE LLEVAR UNA DOBLE VIDA?

Por desgracia, muchas personas llevan doble vida, doble moral y doble rasero para medir el comportamiento de los demás. Esta vida es inmoral y reprobable.

La Vizcondesa de Jorbalán, hoy Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de los Adoratrices, Esclava del Santísimo Sacramento y de la Caridad, tuvo en algunos momentos de su vida que vivir una doble vida; pero ejemplar.

Nació en Madrid el día de Año Nuevo de 1.809 de padres cristianos y pertenecientes a la nobleza flamenca.

Recibió una educación tan esmerada, que cuenta ella misma, que su madre les hacía aprender a planchar y guisar a las tres hermanas, por lo que pudiera suceder.

También tenían que pintar, bordar, escribir, tocar diversos instrumentos y hacer un sin número de rezos.

La caridad, que será el eje de su vida, ya la ejerce desde la más temprana edad.

En Guadalajara funda una escuelita para niños pobres siendo la maestra. Les trae regalos, les enseña a rezar, los lleva a hacer la visita al Santísimo, al que también desde niña amaba con toda su alma.

Ella sabe muy bien que Jesús en la Eucaristía está el centro de la vida cristiana y no desperdicia momento para estar con ÉL y llevarle compañía.

Al ser nombrado embajador en Francia, su hermano, el Conde de la Vega y del Pozo, tiene que acompañarle a París y por varias ciudades de España, lo que le obliga a llevar una DOBLE VIDA.

Por la mañana se entrega a actos de caridad y piedad. Asiste a Misa, reza el rosario, hace oración mental, visita hospitales y enfermos.

Por la tarde, muy a pesar suyo, debe asistir al teatro, a reuniones de alta sociedad y para no desentonar tiene que llevar trajes elegantes, collares y pulseras.

En medio de este mundanal ruido, no perdía la presencia de Dios. Dejó escrito:“Salía del teatro y salones sin haber PERDIDO un solo instante la PRESENCIA DIVINA”. Bajo los trajes elegantes, llevaba el cilicio.

Lo que más le ayudó en su propia santificación y en el apostolado que ejerció a lo largo de su vida, fue su gran amor al Santísimo Sacramento.

“Ofrecí a Jesús enviarle cada día muchos pensamientos a todos los Sagrarios del mundo para que tenga amor y mi corazón por compañía”.

Se ocupó mucho en acoger y enderezar a muchachas de mala vida, pues sabía lo que pueden influir las madres en la marcha del mundo.

Visitando en Valencia a los enfermos del cólera, enfermedad que ella contrajo y murió el 24 de Agosto de 1865.

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