miércoles, 18 de noviembre de 2009

UN PECADO QUE DEJA CICATRIZ

Hoy día al que habla de pecado, se le tacha de retrógrado, anticuado y exigente.

Sólo queremos que nos hablen de progreso y, precisamente, los Diez Mandamientos son los únicos cimientos sobre los cuales se podrán construir los caminos y límites por donde debe avanzar el progreso.

Borremos de un plumazo los Mandamientos de Dios y este mundo sería un caos. Es como si a los ríos se les quitaran sus cauces, lo anegarían todo antes de llegar al mar y posiblemente hasta los mares podrían desaparecer.

El mayor pecado, porque deja cicatriz es el de INGRANTITUD al NO creer en el AMOR que DIOS nos tiene.

Un padre solícito puede perdonar fácilmente el que un hijo le desobedezca, le haga alguna que otra trastada y sea un tanto rebelde; pero que ande CREYENDO y pregonando que su padre NO LE QUIERE, aunque el padre le perdonara, un padre lo perdona todo, le habría clavado un puñal en lo más íntimo de su ser:

La INGRATITUD se puede perdonar; pero la herida quedaría abierta para siempre.

Leamos la Cuarta Gran Revelación que le hizo Jesucristo a Santa Margarita Mª de Alacoque:

“He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarle su amor, y que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino INGRATITUD, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este SACRAMENTO DE AMOR.”

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