miércoles, 23 de diciembre de 2009

TAMBIÉN DIOS TEME A LOS HOMBRES

Lo que Dios no puede temer de nosotros es que le podamos hacer algún daño, para eso es Dios.

Dios teme como cualquier padre que siempre está temeroso de que sus hijos rebeldes y desobedientes, al hacer alguna trastada, se perjudiquen ellos gravemente.

Dios siempre ha estado temeroso y lo está de que le montemos un circo en donde seamos devorados por las fieras domadas por los que nos gobiernan.

En el capítulo once del Génesis se cuenta lo siguiente:

Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras. En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la tierra del Señor, y se establecieron allí. Dijéronse unos a otros:

“Vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cúspide toque los cielos, y nos hagamos famosos, por si tenemos que dividirnos por la faz de la tierra”.

Bajó Yavé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres y se dijo:

“He aquí un pueblo uno, pues tienen una lengua sola. Se han propuesto, y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos pues, y confundamos su lengua de modo que no se entiendan unos a otros”.

Dios temiendo que con esta trastada descomunal inaccesible e infructuosa les condujera a un fracaso total, confundió su lengua y se tuvieron que dispersar.

La historia ha demostrado y siguen demostrando que los hombres sólo saben unirse para realizar grandes obras, que aunque con apariencias de buenas, casi siempre han sido destructivas.

Recuérdense las persecuciones y martirios en tiempo de los Césares en Roma. Los Holocaustos Nazis, los Gulag Soviéticos, las atrocidades de todos los Imperialismos, las Dictaduras y las incongruencias de algunas Democracias, que con buenas apariencias no miran el bien común, sino el partidismos y hacen de dioses confundiendo y dividiendo a los pueblos.

Para todos estos sólo existe un vocablo: DESTRUCCIÓN. Con apariencias de progreso.

En vista de que no somos capaces de unirnos para hacer el bien, Dios decidió bajar a la tierra para estar con nosotros; pero no como Dios OMNIPOTENTE, que lo es y muchos no aceptan.

Se presentó como POBRE NIÑO INDEFENSO para que al menos, movidos por la compasión y el amor (Lo único que a veces nos une) en estos días Navideños, nos olvidemos de nuestras rencillas y antagonismos ideológicos, que por otra parte no nos dan de comer y le pidamos al Niño Jesús, a la Virgen y a San José que nos echen una mano y nos saquen de esta crisis, porque por lo visto, aquí sólo importa no matar a los toros; pero sí a los inocentes y quitar los crucifijos que son el símbolo por antonomasia del SACRIFICIO y el AMOR que son con los que únicamente podremos crear riqueza y progreso.

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