sábado, 13 de febrero de 2010

¿PARA QUÉ TANTAS MISAS?

Es posible que muchos católicos se hagan esta pregunta porque les parecerá demasiado servilismo por parte de Jesucristo el estar dispuesto a repetir su inmolación, aunque incruenta, tantas veces y en tantos lugares y, por desgracia, con el mismo desinterés que le manifestaron los que presenciaron su muerte en cruz.

Los que así piensen es porque aun no han conocido el amor que nos tiene Jesucristo cuando dijo que: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos” y como también dijo: “Mi delicia es estar con los hijos de los hombres”.

¿Cómo puede cumplir estas promesas si no es porque está oculto en la EUCARISTÍA?

El día que estando en Misa, creamos y vivamos lo que nos prometió: “El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y YO en él”, comprenderemos no su servilismo, según nuestro criterio sino su AMOR de continua PRESENCIA.

Cuando el amor humano es profundo y domina por completo nuestros pensamientos y deseos, busca con frenesí la presencia de lo amado y se hacen locuras.

El amor de Jesucristo por estar con nosotros y que LE correspondamos, es INFINITO por ser Dios y hace locuras de amor a lo Dios.

La Misa suele ser para muchos un tostón, un acto social o una liturgia externa y la Santa Misa le sirve de poco.

¿Cómo es posible que Jesucristo esté encerrado inactivo en todos los Sagrarios del mundo?

¿Está el sol inactivo porque alguien se encierre en su habitación muerto de frío y a obscuras?

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