martes, 2 de febrero de 2010

¿TAMBIÉN DIOS NOS COJE LA PALABRA?

Entre amigos y hombres de negocios es muy frecuente decirse: ”Te cojo la palabra”, cuando se hace un ofrecimiento o una promesa.

A mí Jesucristo me cogió la palabra.

Angustiado ante el temor de que a mi hermana mayor que se había tenido que desplazar a Madrid para ser intervenida de un quiste hidatídico le pudiera suceder lo peor y, en una tarde en la que todos los días hacía una visita al Santísimo, le dije a Jesús:

“Señor, si mi hermana sale de esta y TÚ me llamas, TE seguiré”.

Mi hermana, gracias a Dios salió y yo seguí mi vida normal con todas las ilusiones y enamoramientos de los 17 años y trabajando en una oficina desde los 14 años y olvidando por completo mi promesa.

Cayeron en mis manos unas revistillas tituladas de “Broma y de Veras” y al leer “Valientes” y otra “Dios lo quiere” se produjo en mi interior algo desconocido y profundo, sintiendo deseo de ser como aquellos misioneros jesuitas, y hacer algo grande por Jesucristo siendo misionero.

Aun sabiendo los sacrificio y renuncias que tendría que hacer, dado que estaba enamorado platónicamente de una chica, brotó en mi interior un deseo tan profundo de dedicar mi vida por completo a Dios, que me rondó la idea de ingresar en la Cartuja.

Cuando estaba en esas deliberaciones, se cruzo en mi camino un amigo que había estudiado con los jesuitas, y me quitó el miedo de no ser admitido por no tener estudios y ser pobre.

¡¡Cómo le comunicaría al Padre Maestro de Novicios, al Puerto de Santa María, mis deseos de ser jesuitas que me admitió sin más entrevistas ni más información por parte mía.!!

Durante 14 años fui felicísimo sin complejos por estar rodeado de compañeros que el que menos tenía el bachillerato, superé los estudios sin dificultades y siendo muy bien aceptado cuando practicaba la docencia en el Seminario de Córdoba, y de Teólogo catequizaba y predicaba en los pueblos, sobre todo en Fuente Vaqueros, donde conocí a familiares de García Lorca.

Como yo seguía con el deseo de ir a misiones, surgió la posibilidad de ser destinado al Ecuador; pero por dificultades ajenas a mí, se frustró.

Al terminar otro periodo de formación, solicité la misión del Japón y también fui destinado; pero también se frustró.

Nada más empezar la Teología, periodo en el que debería ordenarme de sacerdote, le dije a mi Padre Espiritual que si en el año en que debería ordenarme, surgía algo imprevisto, era señal de que Dios no me había LLAMADO, puesto que yo ingresé con el deseo de ir a misiones y dos veces se había frustrado, olvidando por completo que Jesús un día, me había llamado al COGERME LA PALABRA.

En el año en que tenía que ordenarme, surgió lo imprevisto no deseado y ante el miedo de que si Dios no me había llamado, olvidando una vez más mi PROMESA, no obtendría su gracia para acometer lo que me venía encima con la ordenación, caí en un estado de dudas y escrúpulos, que, ante los cuales, el Padre Espiritual me aconsejó que abandonara la Compañía.

SOLO me ACORDÉ de mi promesa y cómo me había COGIDO LA PALABRA Jesús, precisamente el día que murió la tal hermana, estando ya casado con una mujer excepcional y con tres maravillosas hijas.

Los caminos de Dios son INESCRUTABLES.

2 comentarios:

Luis Alberto dijo...

Magnífico testimonio, amigo Roque.¡En cuántas oportunidades-inútilmente-pensamos"que hubiera sucedido si en vez de...".Así se nos presentan las cosas, y con el tiempo nos damos cuenta de esa Asistencia invisible que hemos tenido.Con afecto, lo sigo.

Roque Pérez dijo...

Mi estimado amigo Luis Alberto: Muchas gracias por su cariñoso y acertado comentario. Que Dios nos siga bendiciendo.