miércoles, 7 de abril de 2010

SE NACE PARA VIVIR Y CONVIVIR

Nacemos necesitados, de por vida, de los demás.

El bebé al llorar y abrir los ojos no tiene más remedio que convivir con el que le ayuda a venir a este mundo y luego durante mucho tiempo con los padres, sobre todo la madre.

Más tarde, necesitamos de médicos, educadores, amigos y sobre todo pareja si se desea formar una familia.

De todas estas necesidades, la más importante es saber elegir a la otra componente del hogar para que la convivencia sea tolerante, pacífica y si se quiere una continuidad armónica se deben evitar las discursiones, sabiendo que, casi siempre, una de las partes deberá resignarse a no tener la razón aunque crea que la tiene y con ello conseguirá el equilibrio para convivir en paz.

A veces la convivencia exige ampliar el círculo de amistades, como puede ser afiliarse a un partido político, club, sociedad o cualquiera otra organización.

Hay que tener mucho cuidado e investigar en dónde se mete uno, qué es lo que se recibe o hay que dar, porque, por desgracia, a veces, se da más de lo que se recibe, sobre todo si se adquiere el carnet de un partido político, secta o secreta organización de la que más tarde no se puede salir.

Existe una organización abierta a todo el mundo en la que se ofrece mucho a cambio de nada:

La Iglesia de Cristo, como MAESTRA, enseña; pero sin imposición el buen camino que garantiza la mejor convivencia entre sus miembros porque sus estatutos están dirigidos a que todos sus componentes sean pacíficos, tolerantes y a ser posible se ayuden y se amen.

Ejerce todas las funciones de una buena MADRE porque es tolerante, comprensiva y nos alimenta con sus Sacramentos. Es como una fuente de agua viva permanente de la que todos pueden beber; pero a muchos ni los saciará ni los limpiará.

Si alguien la bebe estando emponzoñado con malos deseos, malos pensamientos, con odios, envidias y otros pecados ocultos, se convertirá en agua no potable.

El que se bañe vestido con ropaje de injusto, mentiroso, calumniador, ladrón, adúltero y otros pecados por el estilo, no podrá salir limpio. Antes tendrá que quitarse tales ropajes mediante el sincero arrepentimiento recibiendo la absolución Sacramental.

Si se practican los principios que en ella se recomiendan, vivirá con la conciencia tranquila, confiado y esperando la ayuda del TODOPODEROSO, que es la única fuente de la felicidad y no tendrá miedo a la muerte porque sabrá que lo que le espera es la eterna CONVIVENCIA CON DIOS.

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