lunes, 19 de abril de 2010

UNA SOLEDAD COMPARTIDA

Suele decirse: “Más vale estar solo que mal acompañado” o “Nunca se está mejor acompañado que cuando se sabe estar solo.”

Los dos refranes son verdaderos; pero el que más nos puede ayudar en nuestra soledad es: “Nunca se está mejor acompañado que cuando se sabe estar solo.”

¿Sabemos estar solos? He aquí el problema.

Si se quiere estar acompañado, aun estando solo, hay que saber entrar dentro de uno mismo y pensar en las cosas buenas que nos han sucedido. Hacer proyectos a corto y a largo plazo.

Es muy importante pensar que puesto que “En Dios somos, vivimos y nos movemos” Dios sí que está en cada momento haciéndonos compañía, sólo es cuestión de pensarlo. Así de fácil y sencillo.

Si no se tiene con quien hablar, REZA, porque rezar es dialogar con Dios y si se hace con verdadera FE, se comprobará que Dios responde, aunque a su modo; pero se sentirá acompañado.

El que comulgue todos los días. ¿Cuántas veces, al día piensa que Dios ha estado con él?

Esta es una SOLEDAD COMPARTIDA porque Jesús se siente solo al lado del que le ha recibido porque “si te vi, no me acuerdo.”

El joven que siempre está acompañado y nunca le dejan estar solo con sus buenos pensamientos, difícilmente podrá tener su propia personalidad, será uno de tantos.

Nuestro filósofo José Ortega y Gasset definió al hombre como “Él y sus circunstancias” yo diría que el hombre debería ser:

“El y lo que quiera SER ayudándose de las circunstancias que le puedan rodear para cumplir sus objetivos.”

Para eso aquí sí que hay que recordar aquello de “Que más vale solo que mal acompañado.”

El que sea mayor o viejo, ¿Para qué nos vamos a engañar?, y ya no tenga ánimos, ni ganas de hacer proyectos a corto plazo porque se considera ya en el “Corredor de la muerte”, pues que haga proyectos a largo plazo como sería pensar en lo que Dios le tiene preparado en la otra vida y entre tanto que viva el día al día como Dios manda.

Tarea cae para no aburrirse.

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