miércoles, 9 de junio de 2010

¿CUÁNDO NOS PARECEMOS A DIOS?

Entre las muchas cualidades y semejanzas que nos ha dotado Dios, la que más nos puede asemejar a Dios, no es ni la inteligencia, ni la belleza, ni la bondad, ni el sexo para ser procreadores, sino el AMOR para DAR.

Bien claro Jesucristo dijo: ES MEJOR DAR QUE RECIBIR.

La vida, la inteligencia, la belleza, la bondad y hasta el amor son dones recibidos gratuitamente de Dios.

Dios que lo tiene todo es el DADOR por antonomasia, es su mayor placer, muchas veces, amargado porque si no tiene receptores, no puede DAR.

Bien es verdad que Dios, mediante su inmensa y grandiosa creación nos dio todo cuanto nos rodea conocido y desconocido sin esperar nuestro agradecimiento; pero así es Dios de manirroto.

Donde Dios más se recrea es cuando encuentra uno de sus hijos que considera que lo más importante en esta vida, es DAR siempre a cambio de nada.

Es muy loable y que agrada a Dios el que haya Filántropos y Mecenas que dan de lo mucho que tienen.

Le vuelve loco de alegría cuando ve que alguien dona lo poco que tiene como lo hizo la pobre viuda del Evangelio sin esperar siquiera el agradecimiento.

Es lo que hicieron los Santos que están en los altares y los muchos que andan desconocidos entre nosotros; pero muy apreciados por Dios y entre los cuales Dios se siente a sus anchas, cuando ve que saben dar y dar sencillamente porque han descubierto el placer que se disfruta cuando palpan la felicidad que goza la persona socorrida.

No creo que haya placer comparable al que se recibe cuando:

Comprueba que alguien que estaba alejado de Dios, LO encuentra, gracias al buen consejo y comportamiento de uno.
Perdona siempre, y da la razón al otro en aras de la convivencia.
Nunca da gato por liebre.
No insulta ni da mala contestación.
Jamás se aprovecha de nadie.
Nunca se venga por nada.
Ayuda siempre a lo que sea.
No critica ni se enfada ni se cabrea por las grandes o pequeñas adversidades.

Y sobre todo si actúa siempre bajo la presencia de Dios, implorando su ayuda.

Estos tales, como son los que han buscado en este mundo. El Reino de Dios y su justicia, recibirán aquí el CIENTO por uno y luego la VIDA ETERNA. Que es lo que prometió Jesucristo, que no nos engaña.

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