viernes, 13 de agosto de 2010

¿PARA QUÉ TANTAS MISAS?

¿Para qué se celebran Misas todos los días y a todas horas en todos los continentes y en lugares pobres, ignotos y miserables?

¿Es que no fue suficiente para nuestra salvación, el haber aceptado por parte de Jesucristo la VOLUNTAD de su Padre de que bebiera el cáliz y así fuera crucificado?

¿Para que repetir un acto tan cruel e inhumano, como se celebra en las Misas, aunque ahora sea incruento?

Gracias a ese acto tan cruel e inhumano se nos abrieron las puertas del Reino de los Cielos; pero como tendríamos que saber el camino y ser ayudados para poder traspasar esas puertas, es por lo que Jesucristo se quiso quedar con nosotros hasta la consumación de los siglos.

Si se nos pudiera representar en una pantalla todos los crímenes, robos, abortos, adulterios, injusticias, guerras, suicidios, accidentes, tragedias familiares, violaciones, calumnias, mentiras y toda clase de pecados que se cometen en un MINUTO en todo el mundo, quedaríamos aterrorizados y, al menos pediríamos la intervención DIVINA.

Para contrarrestar en la balanza de la Divina Justicia, presidida por el PADRE y por el HIJO, como Dios que es, tales pecados y atrocidades, es por lo que Jesucristo, como hombre GLORIFICADO, ha querido seguir inmolándose, incruento, en los millones de Misas que se celebran, aunque, a veces las oficien sacerdotes indignos, solos y sin testigos.

También se ha querido quedar oculto en la Eucaristía, día y noche para ayudarnos en nuestro peregrinar y en muchos casos, caminar a nuestro lado, como así lo sintió el jesuita Padre Rubio que, al subirme al tranvía, debió sentir a Jesucristo tan cerca de él, que pidió dos billetes, con la consiguiente perplejidad del cobrador al no ver más que a un cura.

Al no sentir la presencia de Jesucristo en la Eucaristía y a nuestro lado, nos puede suceder, como con la rotación y traslación de nuestra tierra alrededor del sol, que no la sentimos, pero que lo creemos porque nos lo ha dicho, la ciencia.

La FE que está por encima de la ciencia, que a veces, se ha equivocado, nos dice que JESUCRISTO sigue entre nosotros.

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