sábado, 25 de septiembre de 2010

¿POR QUÉ SOMOS IDÓLATRAS?

La Real Academia de la Lengua Española, dice que idólatra es el “Que ama excesivamente a alguien o algo”.

Dios es AMOR y como nosotros somos imagen suya, también somos amor y no podemos evitar sentir esas ANSIAS de AMAR a alguien que siempre está por encima de nosotros o es algo importante e inaccesible.

Adán y Eva aun expulsados del Paraíso siguieron amando a Dios, porque conocieron su poder y su amor.

Al crecer la raza humana y dispersarse, se fue perdiendo el conocimiento y amor a UN SOLO Dios y desviaron ese amor excesivo a otros ídolos o mitologías como la Griega, la Romana, la Azteca, la Inca etc.

En todas ellas existían sus dioses y diosas a quienes adoraban y amaban de tal modo que esperaban participar de esas divinidades si comían de las carnes que les ofrecían en sacrificios.

El ser humano, al menos, sabe distinguir el bien del mal y no puede evitar sentir deseos de participar de algo superior y poderoso, porque lleva, no sangre de reyes, sino de Dios que es quien nos da la VIDA y la sangre siempre tira.

Por eso Dios categóricamente ordenó: Me amaréis SOBRE TODAS LAS COSAS porque sois HIJOS MÍOS.

Para saciar en parte esos deseos ineludibles de participar con alguien importante y no con ídolos de barro que fácilmente son derribados.

Jesucristo en la noche del Jueves Santo: “Tomó pan, lo bendijo lo partió y dándoselo a los discípulos, dijo: “Tomad y comed, ÉSTE es MI CUERPO y tomando un cáliz, se lo dio diciendo: Bebed de él todos que ésta es MI SANGRE de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados”.

En este mundo no se puede tener mayor participación con Dios que amando a Jesucristo con locura porque antes de subir resucitado al Cielo, no le dijo a sus Apóstoles: Yo os protegeré desde allá arriba, sino Yo ESTARÉ con vosotros hasta el fin del mundo. ESTAR significa PRESENCIA física, como de Dios, a nuestro lado aquí en la tierra, siempre que le demos nuestra mano porque lo que ÉL más desea es darnos la suya, ya que bien claro sentenció:

SIN MÍ NADA PODÉIS HACER.

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