lunes, 18 de abril de 2011

¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DE UN CRUCIFICADO?

Mucho odio y venganza si el que está crucificado ha sido un Tirano que ha tenido esclavizado a su pueblo enriqueciéndose él y sus turiferarios.

Creo que se debería esperar algo de admiración y compasión si el que está clavado en la Cruz, lo único que ha hecho es socorrer y ayudar a todo el que se lo ha pedido a cambio de nada y que como agradecimiento a tantos favores lo han condenado a muerte en cruz.

Se puede y se debe esperar TODO, porque el que está crucificado es Jesucristo, DIOS y HOMBRE verdadero.

Viéndose Dios ignorado y despreciado porque estaba muy lejos decidió ponerse a nuestra altura, haciéndose HOMBRE y morir en CRUZ para que supiéramos que todo su poder INFINITO ahora sería el de la CRUZ.

“Aunque la doctrina de la Cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, es PODER de Dios para los que se salvan.

Los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo CRUCIFICADO, escándalo para los judíos, locura para los gentiles, más PODER y SABIDURÍA de Dios par los elegidos.

Porque la LOCURA de Dios es más sabía que los hombres, y la FLAQUEZA de Dios, es más poderosa que los hombres.” (Cor.I).

Hoy podríamos decirle al CRUCIFICADO la siguiente oración de Lope de Vega:

“Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño.

Tú que hiciste cayado, de ese leño
en que tienes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe, piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir te empeño,
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres
no te espante el rigor de mis pecados
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados.

Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?

1 comentario:

Francisco Espada dijo...

También, D. Roque, podríamos responderle con el soneto:

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.