sábado, 24 de septiembre de 2011

No es lo mismo NO CREER, que no QUERER creer en Dios

Una persona tendrá todo el derecho del mundo de no CREER en La existencia de Dios si después de profundos estudios científicos, filosóficos, teológicos, históricos, sociales, religiosos, o al no tener esa capacidad de trabajo e inteligencia; recurre a los especialistas en la materias, no dejándose engañar ni manipular y con el mismo deseo y honradez para alcanzar la VERDAD, llega a la CERTEZA, aunque sólo sea subjetiva, de que Dios no existe.

El que haya llegado así a esa CERTEZA, admitiendo que es subjetiva y por lo tanto sujeta a ERROR, estará muy cerca de que Dios le conceda el DON de la FE.

Lo más triste, trágico e IRRACIONAL que le puede suceder a una persona es el no QUERER creer en la existencia de Dios por los múltiples motivos personales, sociales, tragedias y reveses de la vida o porque no le convenga creer en un Dios JUSTO que en su día le pueda pedir cuentas.

Los hay que el QUERER creer en Dios lo van dejando y dejando y al final esperan que antes de morir tener tiempo de creer, arrepentirse y salvarse. A Dios nadie le engaña.

Todavía hay algo más triste e incomprensible como es el de los muchos que se dicen creyentes y no practicantes porque no se han molestado en conocer más a ese Dios, en el que dicen que creen y sus vidas no concuerdan con lo que Dios manda.

También los hay creyentes cuyas prácticas son tan rutinarias y superficiales que en nada le ayudan a conocer y amar íntimamente a Jesucristo que es Dios y a la Virgen que es nuestra madre.

A todos estos puede que les suceda lo que cuenta San Lucas en el capítulo 13:

“Recorría Jesús ciudades y aldeas enseñando y siguiendo su camino hacia Jerusalén.

Le dijo uno: Señor ¿Son POCOS los que se SALVAN?

El le dijo: Esforzaos a entrar por la PUERTA ESTRECHA, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán; una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: Señor, ábrenos.

El os responderá. No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas.

El dirá: Os repito que no sé de dónde sois. Apartaos de mí todos, obradores de iniquidad. Allí habrá llanto y crujir de dientes.”

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