domingo, 27 de noviembre de 2011

DIVINO TESORO EL DE LA TERCERA EDAD

Hace tiempo escribí un artículo publicado el 26 de Junio 2009 con el título “Juventud Divino Tesoro”; pero pienso que mejor habría sido titularlo “Juventud Humano Tesoro” porque el tesoro de la juventud es más humano que divino por la cantidad de vicisitudes humanas que se le presentan

En aquel artículo dije que el joven debería:

1.-Dar a Dios su corazón todavía puro e inmaculado renunciando en muchos casos a los placeres juveniles para dedicarse exclusivamente a Dios, véanse las múltiples vocaciones religiosas.
2.- Las manos al servicio de los demás cuando se está en plena facultades físicas y mentales.
3.- Y para él, lo que Dios y los demás le quieran dar, puesto que estando en formación, le hacen falta todas las ayudas divinas y humanas.

¿Por qué ahora digo “Divino Tesoro el de la 3ª edad?

Porque a esa edad se puede haber atesorado mucha experiencia, muchos méritos, mucha sabiduría y por lo tanto en esa edad se debería:

1.- Dar a Dios ese corazón sufrido, purificado, a veces maltrecho, arrepentido e ilusionado con el más cercano encuentro con Dios.
2.- Para los demás las manos, ya cansadas, gastadas, un poco temblorosas y de poca utilidad y que las levante cruzadas o juntas hacia arriba SUPLICANDO a Dios que nos eche una mano, que buena falta nos hace.
En los muchos ratos de ocio, aburrimiento y falto de tareas, que los dedique a REZAR aunque no sepa ninguna oración, basta con que rece un PADRENUESTRO meditándolo y sentirá algo interior desconocido y gratificante.
La Tercera edad que por ser un Divino TESORO escondido tiene mucho tiempo libre para descubrirlo y gozar de su hallazgo como sería saber tratar con intimidad a Jesucristo leyendo los Evangelios e irse preparando para el encuentro final con ÉL.

3.-Y para él lo que DIOS y los DEMÁS le quieran dar.

Leamos los Evangelios y veremos cómo TRATÓ Dios al ANCIANO Simeón justo y piadoso que como esperaba la consolación de Israel, fue el primero que tomó en sus brazos al Niño Jesús y bendiciendo a Dios dijo:
Ahora Señor, puede dejar ir a tu siervo en paz, según tus palabras.

Ana la profetisa, que había vivido con su marido siete años desde su virginidad y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro .también tuvo la suerte de ver al niño Jesús porque no se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones día y noche.
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De los demás puede esperar el cariño y ayuda de los familiares, aunque a veces, por desgracia no será así y sentirá la soledad humana; pero sepa que Jesucristo y la Virgen les acompañarán.

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