sábado, 31 de diciembre de 2011

¿CÓMO TOCAR EL CIELO CON LAS MANOS?

“Tocar el cielo con las manos”, suele decirse cuando se ha conseguido alcanzar algo GRANDIOSO. Magna petis Phaeton.

Al Semidios griego, Faetón que se jactaba de sus orígenes divinos, suplicó a su padre le dejara conducir su fabuloso carro de fuego y aunque el padre le dijo la famosa frase: “Magna petis Phaeton”. Se apoderó de las riendas del carro; pero los fogosos caballos se lanzaron en una loca carrera, amenazando con estrellarse contra la bóveda del cielo, precipitándose contra la tierra quemando montañas y llanuras.

Zeus espantado por el desastre, fulminó a Faetón y el joven cayó al río Eridano.

Dédalo fabricó unas alas hechas con cera y plumas, que fijó sobre sus espaldas y las de Ícaro, y ambos escaparon volando del Laberinto, no si que antes, Dédalo hubiera recomendado a su hijo que no volara demasiado alto ni demasiado bajo.

El orgullo impulsó a Ícaro a la desobediencia, embriagado por el poder que le daban las alas, se acercó tanto al Sol que la cera se fundió y el imprudente se precipitó al mar Egeo.

No temamos que cuando estemos deseando recibir a Jesucristo en la EUCARISTÍA, alguien nos diga “Magna petis Phaeton” porque estaríamos deseando algo tan GRANDE y SUBLIME que nos sobrepasaría.

Jesucristo bien claro dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí y yo en él.”

Recibir a Jesucristo en la Eucaristía, ¿No es MUCHO MÁS que tocar el Cielo con las manos?. No es Magna Petis, Phaeton.

También se alcanza el cielo con la ORACIÓN; pero no con la RUTINARIA porque esa no levanta un palmo del suelo.

La oración que lo PUEDE TODO porque es la que penetra los Cielos es la que sale de un corazón puro, un pensamiento lúcido, siendo plenamente CONSCIENTE de que se está HABLANDO con Dios.

Cuando queramos acercarnos a Dios con los fogosos caballos de la HUMILDAD y con nuestras alas no de cera y plumas, sino de FE y ESPERANZA, no seremos fulminados como Faetón ni seremos precipitados al mar Egeo como Ícaro.

Se nos abrirán las puertas del Cielo de par en par hasta llegar al trono de Dios para ser abrazados por ÉL.

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