miércoles, 13 de junio de 2012

EGOÍSMO y AMBICIÓN. Dos caras de una Moneda

          Cuando Eva supo por Satanás que si comía del árbol prohibido seria como Dios, se despertó en ella el deseo, un tanto egoísta, no de ser poderosa como Dios sino de ser ADORADA.

          Normalmente las mujeres no AMBICIONAN el poder, sino ser agasajadas, conquistadas, en una palabra, ADORADAS.

          En la mujer se dan varias paradojas: Son PASIVAS y realmente son las más ACTIVAS porque engendran y crían nuevas VIDAS.

         Al ser las mujeres los CIMIENTOS de los EDIFICIOS ostentados por los hombres y por lo tanto un tanto desconocidas, surge en ellas ese deseo innato y justo de ser reconocidas y como son las más SACRIFICADAS, cariñosas, fieles, verdaderamente amantes se merecen ser ADORADAS y sin pretenderlo, son las que MANDAN.

         Pero por ese oculto EGOÍSMO, se creen con el derecho a tener siempre la razón, que no se equivocan y muy pocas veces reconocen sus errores, ni piden perdón porque sería como caerse del PEDESTAL.

         Cuando por no caer del pedestal son intolerantes, poco comprensivas y un tanto marimandonas, convierten, a veces, la convivencia en un avispero porque no cumplen la llamada “Regla de Oro” tan bien expresada por Gandhi cuando afirmó:

         “Tú y yo somos un todo. No puedo hacerte daño sin herirme”.

         Tampoco cumplen el mandato del Evangelio:

         “Lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente”.

          Adán, comió de la manzana AMBICIONANDO ser poderoso sin darse cuenta que en el pecado llevaba la penitencia.

          Porque el hombre ambiciona PODER público y social que a veces lo consigue; pero individualmente si quiere gozar de un poco de poder familiar, se tiene que comportar un tanto sumiso.

          También suele decirse que detrás de un gran hombre, hay una mujer.

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