sábado, 11 de mayo de 2013

¿Por qué SATANÁS VE lo que nosotros NO VEMOS?



         La insigne y famosa escritora María Vallejo Nágera en su libro “Cielo e Infierno” cuenta lo acaecido en el  famoso santuario de  Medjugorje situado en Bosnia-Herzegovina, antigua Yugoslavia.

        "Se trata de la escena en la que vi a un pobre endemoniado en Medjugorje, al finalizar una de las misas.

         Los padres franciscanos expusieron al Señor en la custodia y comenzaron las oraciones y las dulces melodías que forman parte de los cantos de alabanzas desde cerca del altar.

         El gentío era tan numeroso que se avistaban peregrinos hasta un bosque cercano, creando un ambiente de profundo recogimiento y oración sincera.

         Cuando, ya finalizaba la hora dedicada a la adoración, los sacerdotes (unos cien concelebrando) se acercaron a la custodia y entre varios la alzaron en alto para bendecir a los peregrinos.

         A mi lado y de rodillas se situaba el muchacho, quien durante toda la celebración no había mostrado signo alguno de padecer una posesión diabólica, rezando tranquilo con devoción.

         ¡Pero todo un infierno se desencadenó entonces, querido lector! Porque precisamente en el momento en que la custodia con el Señor fue alzada, el pobre joven dio un gran salto, se tiró al suelo y a cuatro patas comenzó a aullar como un animal herido. Los presentes nos quedamos atónitos…

         Un pobre poseso, me susurró una religiosa que oraba el rosario a mi lado.

 “Nosotros no podemos VER a JESÚS en la CUSTODIA; pero el demonio sí puede, por eso el muchacho ha reaccionado así. ¡Que todo el mundo ore!!

Entonces nos pusimos a rezar, querido lector… ¡Y cómo! Por las caras de espanto de los numerosos  peregrinos cercados a la escena supuse que nadie había presenciado algo parecido antes.

Los sacerdotes comenzaron a descender las escaleras hacia la gran masa de orantes sujetando con fuerza la custodia del Señor

¡Y el muchacho se puso mucho peor!  Gritaba, aullaba, se retorcía, blasfemaba… Pobre alma perdida, pobre muchacho…

No se calmó hasta que la custodia fue guardada. Cuando recuperó la compostura y los sentidos, rompió a llorar desconsoladamente.

Las religiosas le abrazaban y animaban. Una mujer también lloraba cerca de él...Sólo luego averigüé que era su madre y que de forma desesperada le había llevado a Medjugorje pidiendo un milagro de sanación espiritual para su pobre hijo. Provenían de Italia."

Al leer este relato, me acordé la siguiente visión que tuvo Santa Teresa de Ávila.

“Vi a la Humanidad Sacratísima con más excesiva GLORIA que jamás había visto.
Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella Majestad grandísima que había visto y miraba que era el que ESTABA en al Santísimo Sacramento, y muchas veces quiere el Señor que LE vea en la HOSTIA, los cabellos se me espeluznan y toda parecía me ANIQUILABA.
¡Oh, Señor mío! Si no encubrieras vuestra GRANDEZA. ¿Quién osaría llegar, tantas veces, a juntar tan SUCIA y MISERABLE con tan gran MAJESTAD?

Aunque, gracias a Dios, no veamos lo que Satanás, porque supondría estar endemoniados, lo triste es que ¿Cuántas veces comulgamos tan rutinariamente y distraídos que Jesucristo se marcha sin que nos quede la huella de toda su GRANDEZA y qué pocas veces nos acordamos de su PRESENCIA durante el día?

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