lunes, 29 de septiembre de 2014

¿ESTAMOS EN LAS MANOS DE DIOS O ESTÁ DIOS EN NUESTRAS MANOS?



         Estar en las mano de Dios es lo más predicado, repetido, deseado y, por desgracia, poco practicado.

         El que Dios esté en nuestras manos, apenas se predica ni se conoce y es lo más deseado por Dios y para nosotros sería el no va más.

         El que vaya a Roma para estar con el Papa, estará entre muchos, pero si el Papa viniera a su casa. ¿Cómo lo calificaríamos?

         Pues bien claro dijo Dios que su delicia era el estar con los hijos de los hombres y no que estuviéramos con ÉL.

         Jesucristo cuando vivía entre nosotros dijo: Venid a mí todos los andéis con trabajos y cargas y yo os aliviaré porque lo tenían presente y palpable.

         Pero cuando nos dejó dijo: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos.

         También dijo: El que come mi carne y baba mi sangre, mora en mí y yo en él.

         ¿Se puede tener a Dios en nuestras manos con más intimidad que cuando comulgamos?

¿Somos conscientes y lo vivimos a tope?

Tener FE y vivirla es igual a tener a Dios, no sólo en nuestras manos, sino a nuestra disposición.

Entre los muchos milagros que hizo Jesucristo voy relatar el de la Cananea:

Saliendo de allí Jesús, se retiró a los términos de Tiro y Sidón.
Una mujer cananea de aquellos contornos comenzó a gritar diciendo:
Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es malamente atormentada por el demonio, pero el no le contestaba palabra.
Los discípulos se LE acercaron y LE rogaron, diciendo:
Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.
Él respondió y dijo: No he sido enviado sino a la ovejas perdidas de la casa de Israel.
 Mas ella, acercándose, se postró ante ÉL diciendo:
¡Señor, socórreme!
 Contestó ÉL y dijo:
No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos.
Mas ella dijo: Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores

Como Jesús quiso saber hasta donde llegaba la fe de esta Cananea que no era judía, no tuvo más remedio que exclamar:

¡Oh mujer, grande es tu Fe!
Hágase contigo como TU QUIERES.
Y desde aquella hora quedó curada su hija.

         Luego tener a Dios en NUESTRAS  MANOS es tan difícil y tan FÁCIL como VIVIR la FE que es mucho más que TENERLA.

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