sábado, 25 de octubre de 2014

¿SOMOS CONSCIENTES DE QUE DIOS ES NUESTRO PADRE?
¿Por qué todos los niños, por muy pobres que sean, si tienen un buen padre, siempre se siente seguros, felices y juegan, a veces, desarrapados?

         Porque el niño todo lo CREE todo lo ESPERA y siempre AMA y es AMADO, dejándose acariciar

         El niño en su inocencia vive sin saberlo, las Tres Virtudes Teologales FE, ESPERANZA y CARIDAD que son los únicos pilares indestructibles de la vida y caminos a seguir si queremos llegar a la casa del PADRE.

         ¡¿Quién pudiera ser niño toda la vida?! Esto es lo que muchos podrían pensar y desear ignorando que cuando Jesucristo dijo:

         “En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos”

         Fue para decirnos que si CREEMOS, ESPERAMOS y AMAMOS a DIOS como los niños lo hacen con sus padres, viviremos siempre felices como los niños aunque tengamos cien años.

         “Cuando María Magdalena reconoció a Jesús resucitado y dijo en hebreo: Rabboni, que quiere decir maestro, Jesús le dijo: No me toques, porque aún o he subido al Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a VUESTRO PADRE, a mi Dios y a VUESTRO DIOS” (Jn.20)

         “Pedid, y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque quien pide, recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre.
        
         Pues, ¿Quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, o, si le pide un pez le da una serpiente?

         Si, pues, vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos.

         ¿Cuánto más vuestro PADRE que está en los cielos, dará cosas buena a quien se las pide?

         Solamente cuando CREAMOS y sobre todo VIVAMOS la misteriosa y maravillosa REALIDAD de que todo un DIOS es nuestro PADRE, Nos sentiremos TRANQUILOS en un mundo tan inseguro,

ESPERANZADOS en un mundo sin casi horizonte

 Y AMADOS por un PADRE a cambio de nada, bueno, sí a cambio de que de vez en cuando nos acordemos de que Dios es NUESTRO PADRE.

Entonces en el final de nuestra vida podríamos decir lo que dijo  San Juan Pablo segundo: Dejadme ir a la casa del PADRE.


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