¿No debería haberse
manifestado con todo el poder de UN DIOS y no con la figura HUMANA y con
un CORAZÓN coronado de espinas?
Si se hubiera manifestado a los DIOS, nuestras ingratitudes,
que la seguiríamos teniendo, como pecadores que somos, no tendrían “PERDÓN de
DIOS” Y Dios lo que quiere precisamente es PERDONARNOS.
Como el AMOR ni se compra ni se vende porque el amor ES LO
QUE ES como cuando le respondió Yavé a Moisés: SOY EL QUE SOY. Por eso AMOR y
DIOS son lo mismo.
Pero como Dios lo que quiere es que lleguemos a ser como ÉL y
para eso tendríamos que AMARLE y no lo consigue, si se nos presenta a lo
GRANDE, lo intentó a lo PEQUEÑO desde la Cruz y lo está intentando con las siguientes
HUMILLANTES revelaciones hechas a Santa Margarita María de Alacoque en el coro
delante del Sagrario el 27 de Diciembre de 1673
1ª REVELACIÓN:“Mi Divino Corazón está tan apasionado de amor
a los hombres, en particular hacia ti, que, pudiendo contener en él las llamas
de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti, y se
manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy
descubriendo”
2ª REVELACIÓN: “El Divino Corazón se me presentó en un trono
de llamas más esplendoroso que el sol, y transparente como el cristal, con la
llaga adorable, rodeado de una corona de espinas significando las punzadas
producidas por nuestros pecados, y una cruz en su parte superior”
3ª REVELACIÓN: “Entonces me explicó las inexplicables
maravillas de su puro amor, y hasta qué exceso había llegado su amor para con
los hombres, de quienes no recibía sino ingratitudes
Estate
atenta a mi voz y le pidió:
Primero:
me recibirás sacramentado tantas veces cuantas la obediencia quiera permitirlo
Comulgarás,
además, todos los primeros viernes de cada mes.
Todas las noches del jueves al viernes haré que participes
de aquella mortal tristeza que YO quise sentir en el huerto de los olivos;
tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la
muerte.
Para acompañarme en la humilde oración que
hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a
doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo, el rostro en el
suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los
pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser
abandonado por mis Apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido
velar una hora conmigo; durante esta
hora harás lo que yo te enseñaré.
(Para
comprender esta revelación, recordemos lo que San Pablo decía: “Cumplo en mi
cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo)
4ª·LA
GRAN REVELACIÓN “ He aquí este corazón que tanto ha amado a
los hombres, que nada recibe en
reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y
sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan en este
Sacramento de amor; pero lo que me es aun mucho más sensible es que son
corazones que me están consagrados los que así me tratan. Por eso te pido que
se dedique el primer viernes de mes, después de la octava del a fin de expiar
las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los
altares.
Te prometo además que mi corazón se dilatará para derramar
con abundancia las influencias de de su divino amor sobre los que den este
honor y los procuren le sea tributado
Jesucristo desde la cruz, desnudo y hecho un guiñapo quiso DEMOSTRARNOS con hechos tan humillantes y no con palabras, que nos AMABA.
En vista de que después de tantos siglos seguimos un tanto
indiferentes, ha querido DECIRNOS con su corazón tal como lo ha hecho porque
como el CORAZÓN y el AMOR son una misma
cosa y que son los motores de la vida, espera que, al menos, nos sintamos
AGRADECIDOS al AMOR que ÉL nos TIENE. ¡¡Algo es algo!!
¿Cómo es posible que Jesucristo en ESTAS CONDICIONES, sea tan temido y odiado por muchos?
Ojala pudiéramos sentir lo del poeta anónimo del siglo XVI.
¿Cómo es posible que Jesucristo en ESTAS CONDICIONES, sea tan temido y odiado por muchos?
Ojala pudiéramos sentir lo del poeta anónimo del siglo XVI.
No me mueve,
mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves,
Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y de tal
manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes
que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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