Porque aunque la
FE es creer en algo que ni se VE, ni se OYE, ni se HUELE, ni
se GUSTA, ni se TOCA, puede DIVINIZAR los cinco sentidos corporales, si los
aplicamos con espíritu y reflexiva inteligencia.
Si sabemos VER la mano de Dios detrás de todas las
maravillas, grandes y pequeñas que nos rodean, ya LE estaremos VIENDO.
ESCUCHANDO la silenciosa armonía del
universo y si, a través de cualquier genial sinfonía, percibimos la batuta de
Dios, LE estaremos OYENDO.
Al OLER el inmenso y variadísimo
perfume de todas las flores del campo, no podremos ignorar que Dios ha pasado
por allí y así OLEREMOS su reguero.
SABOREANDO los múltiples sabores de los
alimentos naturales o preparados por nuestra sabiduría culinaria,
GUSTAREMOS de un Dios que tan
cariñosamente nos ha preparado tales menús.
Cuando un día de calor, nos acaricie
una suave brisa, o los rayos de sol se posen sobre nosotros en un día gélido de
invierno, será como si Dios nos estuviese TOCANDO con su mirada.
Si queremos vivir bien HUMANAMENTE,
tendremos que poner siempre los cinco sentidos en todo cuanto hagamos si lo
queremos realizar a la perfección y para nuestra felicidad.
No podemos ir por la vida VIÉNDOLO
todo, sin fijarnos en nada y con los ojos muy abiertos para todo lo inmoral y
muy cerrados para no ver con buenos ojos
a los demás.
Deberíamos cerrar nuestros OÍDOS a toda
crítica o calumnia, para tenerlos bien abiertos a los buenos consejos.
OLFATEAR todo lo bueno y no meter las narices donde no debamos.
GUSTAR de todos los manjares sin sibaritismos,
glotonería y sobre todo compartirlos con
los demás.
Saber DAR y RECIBIR las caricias de nuestros seres
queridos y no andar SOBANDO a todo bicho viviente.
Cuando lo HUMANO y lo DIVINO se dan la
mano, jamás se tropezará
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