jueves, 6 de agosto de 2015

DIOS Y EL SEXO

          Es posible que alguien a leer el título diga: Ya estamos, Dios y Satanás a quien casi siempre le echamos las culpas de nuestros pecados porque nos tienta.

         En parte llevaría razón  porque el único poder que Dios le ha dejado a Satanás es el tentarnos y sobre todo en los del sexo, por la envidia que nos tiene al no poder procrear nuevas vidas, como lo podemos hacer nosotros mediante el uso correcto del sexo, y que nos sitúa a la altura del Creador

         En nuestra niñez todo lo CREEMOS, todo lo ESPERAMOS, AMAMOS, somos AMADOS y Satanás ni nos mira.

         Por eso Jesucristo nos dijo: Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos, porque es muy triste y muy real que en cuanto entramos en la pubertad o juventud y se despierta en nosotros el sexo, es como vivir dentro de un avispero.

         El sexo, aunque nos parezca mentira, es, junto con el de la libertad, el don más gratificante que nos ha dado Dios, siendo un caramelo muy dulce; pero que muchas veces se nos convierte en lo más envenenado por sus funestas consecuencias.

         Es muy triste y lamentable comprobar que el joven o no tan joven cuando entran en el torbellino del sexo, lo primero que hace es olvidarse de Dios, como si Dios y el sexo fueran enemigos y por lo tanto no se les puede obedecer al mismo tiempo

El sexo es una energía arrolladora, placentera, constructiva o destructiva, como todas las energías cuando no se usan adecuadamente, como la eléctrica, la fluvial etc.etc.

El sexo es algo tan grandioso y misterioso  como todo lo que hace Dios  que  si no fuera por su ímpetu arrollador, no se engendrarían hijos, a veces, no deseados, y en cuanto nacen, daríamos la vida por ellos.¡Por algo será!

Así cumplimos, sin pretenderlo, “El Crecer y multiplicaos”. ¡Cosas de Dios!.      

Aunque muchos critiquen a la Iglesia porque aconseja una moderación  y control en el uso del sexo, como deberíamos hacerlo con el coche,  sepan que lo hace  para nuestro bien propio, como sería para que no caigamos en la promiscuidad, el amor libre, el aborto, el adulterio o infidelidades que siempre terminan en tragedias y por lo tanto en la manos de Satanás.    

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