Está bien claro que la obra maestra de Dios no fue la
creación del casi infinito cosmos con sus millones de galaxias soles, planetas
etc, etc,, sino el habernos creado, tan a imagen y semejanza suya y tan libres
para aceptar o rechazar tal privilegio que tomó la decisión de convertirla en
la obra única e inigualable, como el que Dios se hiciera hombre.
Pero no lo hizo por egolatría ni demostrar su poder, sino
porque como ÉL esencialmente es AMOR, quería que nosotros, lo fuéramos también
en el amor, que ni se compra ni se vende, porque tiene un valor tan
incalculable que es el DIOS PERSONIFICADO
Como apenas valoramos el amor que tuvo Dios al crearnos a su
imagen y semejanza, decidió igualarse a nosotros haciéndose Jesucristo hombre,
que amó a su Padre y le obedeció hasta dar su vida por nosotros porque esa fue
la voluntad de su padre:
“Sic
enim Deus dilexit mundum, ut filium suum unigenitum daret, ut omnis qui crédit
in eum, non pereat, sed habeat vitam aeternam” Así amo Dios al mundo que le dio
a su Unigénito Hijo para que todo el crea en ÉL no perezca sino que tenga la
vida eterna.
Así se daría una TRIPLE AMOR de mucho sacrificio. El Amor reciproco
entre el PADRE y el HIJO y el NUESTRO
Dios disfrutaba de la posesión de cuanto había creado, del
amor y adoración de toda la corte celestial; pero le faltaba nuestro amor
libre, voluntario, desinteresado y que nos cuesta trabajo, sudor, lagrimas y a
veces, hasta sangre.
Queda bien claro el valor incalculable de ese TRIO AMOROSO:
El del Padre por sacrificar a
su Hijo. El del Hijo por obedecer y aceptar tal voluntad y el nuestro porque
bien sabe Dios que para conseguir un
GRANO de ese AMOR, tenemos que cribar mucha tierra.
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