Cuando
entramos en una iglesia vacía y casi en penumbra, no podemos evitar, aun siendo
creyente, dudar de que allí al lado de una lucecita, esté Jesucristo día y
noche y que nos ve y nos oye.
No olvidemos que Jesucristo, como Dios que es, está en todas
partes, puesto que “EN DIOS SOMOS, VIVIMOS Y NOS MOVEMOS”.
Como el agua de un manantial que mana día y noche, espera
que alguien beba, así está Jesucristo esperando que le visitemos
Pero como no se conforma con que le visitemos, sale a nuestro encuentro, como lo hizo con los discípulos de Emaus, siempre que recordemos lo que Jesucristo bien claro antes
de la Ascensión
dijo:
SUBO a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro
Dios.
Pero también dijo: YO
ESTARÉ con vosotros todos los días hasta
la consumación de los siglos.
Sólo Jesucristo como Dios que es puede estar ARRIBA y ABAJO,
como también lo estuvo con el Padre, cuando se retiraba al desierto para estar
con ÉL mientras permanecía con nosotros.
Yo diría que ahora está más con nosotros que con el Padre, puesto que allá arriba no habrá
problemas y por lo tanto sin tarea a que dedicarse
Aquí
abajo le damos tantos quebraderos de cabeza que tiene que hacer horas
extraordinarias para atendernos y como tiene nuestra sangre y la sangre tira,
se siente más en su casa, que es la de cada uno de nosotros siempre que se la
dejemos abierta.
Creo
que a Jesucristo, como sigue siendo uno de los nuestros, siente la necesidad de
hacer lo “Más Difícil Todavía”, como hacen tantos deportistas y acróbatas.
¿Hay
algo más difícil y arriesgado que el meterse a solucionar nuestros múltiples y
enrevesados problemas?
Como
Jesucristo no intervenga en las próximas elecciones, porque con lo aventureros,cambiantes e irresponsables,
que a veces somos, nos podremos encontrar en un despeñadero.
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