Si Dios nos tiene contados hasta los pelos de nuestra cabeza
y por lo tanto no nos pierde de vista, sería, como menos, una descortesía no
levantar los nuestros para fijarlos en los suyos, que con tanto amor nos mira y
espera, como buen padre a que, al menos, LE echemos una mirada ya que no somos
capaces de COBIJARLO en nuestra casa, sabiendo que viviremos ETERNAMENTE en su
casa, si lo merecemos.
Dado
los tiempos que corren de agnosticismo, ateísmo, anticlericalismo y populismo en los que no
levantamos los ojos hacia arriba, sino que estamos cayendo en la ceguera de no
ver o no querer ver que el CAMBIO que algunos proponen, no es otra cosa que
quítate tú para que me ponga yo, o como máximo, cambiar los nombres, quitar
símbolos, abrir antiguas cicatrices, y sobre todo BORRAR hasta el nombre de DIOS.
Así
como se dice: En el Pecado lleva la Penitencia , no tendremos ningún derecho a
quejarnos si después de las elecciones nos gobiernen todos aquellos que nos
hayan propuesto todos estos cambios aceptados por muchos desilusionados en los
que ha podido más lo visceral o querencias sin que hayan tenido ni un minuto de
análisis o razonamiento y sí mucho de aventura o haberse dejado manipular.
Los
auténticos cambios de progreso verdadero, permanente y duradero no se hacen de
la noche a la mañana, como fueron pasar del paganismo al cristianismo, de la
barbarie a la civilización, de la
España musulmana a la cristiana, y sin embargo, los cambios
que han producido las grandes guerras han dejado, en poco tiempo, sembrado el
planeta de millones y millones de cadáveres y ruinas.
Querer
CAMBIAR este mundo empezando por eliminar a Dios, sería como el querer
construir un rascacielos sin CIMIENTOS,
Únicamente
CAMBIAN a mejor los pueblos, cuando los ciudadanos empiezan a ser más honrados,
más trabajadores, más unidos, menos libertinos, menos desarrapados, más
educados, menos egoístas, más patriotas y solidarios etc. etc.
Y
todo esto sólo se consigue con mucha Ética Moral y Religiosa, cuyo principio o
CIMIENTO es el Santo Temor de Dios, sin el
cual los juzgados y cárceles estarían a tope.
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