martes, 3 de mayo de 2016

¿PUEDEN TENER CATARATAS LOS OJOS DE LA FE?


         Si no podemos evitar ir envejeciendo y perdiendo vitalidad corporal y hacemos lo indecible para revitalizarlo, como hacemos con los ojos corporales operándose de cataratas cuando se pierde visión.

         ¿No deberíamos hacer lo  mismo con los OJOS de nuestra FE, que con el tiempo, y a veces con el poco uso que hacemos de ellos, van perdiendo VISIÓN de lo Transcendente y así andamos tropezando con toda clase de pecados?

          Cuando con el Bautismo, una buena educación religiosa y la Primera Comunión se nos abren los OJOS de la FE, podremos empezar a disfrutar de todo cuanto nos dicen las Sagradas Escrituras, porque deberíamos creer sin dudas que todo lo que cuentan son la PALABRA de DIOS

         Esta es la edad más gratificante para nosotros y para los que nos rodean porque es la más pura, inocente y verdadera.

         Pero cuando se entra en el torbellino de la juventud y se despierta el sexo, las pasiones y al creer que los que nos dice la FE nos obligaría a vivir ENJAULADOS, nos revelamos y empezamos a distorsionar lo que vemos o no queremos ver y así andamos, si no tropezando, si caminando por senderos perjudiciales.

         En la madurez, con el trabajo, la familia los hijos etc, cabe la posibilidad de que no se puedan VER con los ojos de la FE, un tanto NUBLADOS por los múltiples problemas que el  ÚNICO que nos puede AYUDAR es DIOS.

         Pero  también puede suceder que  las pasiones descontroladas hayan creado un comienzo de CATARATAS en los ojos de la FE de tal calibre  que se vea todo tan borroso o DOBLE que se escoja y se VIVA en la VISIÓN equivocada sin posibilidad de rectificar.

         Si se llega a la vejez habiendo bregado, luchado y sufrido de tal forma que ya ni se tenga FE porque las cataratas se lo han impedido, pero si le queda un atisbo de FE y teme lo peor e inevitable,  pues que se OPERE de cataratas para poder LEER los Evangelios y acudir, no a un ambulatorio, como se hace para cuidar la salud, sino acudir a quien le pueda cuidar el alma.

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