Alguien puede que en algunos momentos,
diga:
Si el trabajo
es salud: “Que viva la tuberculosis”
El trabajo es un castigo; pero el que lo haya perdido, desearía seguir
castigado y el que no lo tenga, lo buscará día y noche
El trabajo es un premio que se desprecia y al mismo
tiempo se desea.
El jubilado que no puede trabajar por obligación, no
aguanta la ociosidad y se busca cualquier cosa que le dé trabajo.
¿De qué le aprovecha al ambicioso por ganar mucho
dinero, meterse en tantos trabajos, si no disfruta de la vida?
Los que están de juergas permanentes, suelen quejarse
porque hasta divertirse cuesta trabajo.
El trabajo, ¿Es castigo o premio? Las dos cosas y
muchas más
Leamos lo que dice la Sagrada Escritura :
Al hombre le dijo Dios: “Por haber escuchado a tu
mujer, comiendo del árbol del que te prohibí comer, será maldita la tierra por
ti. Con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida”
Parece que queda claro que fue un
castigo; pero misteriosamente en Dios se dan las grandes paradojas, porque
siendo un castigo, al mismo tiempo, somos tan masoquistas, que lo estamos
deseando y sin él no podemos vivir, y no es solamente porque si no trabajamos,
no comemos, sino que por una fuerza interna y obscura, lo necesitamos para
vivir y a veces, mal vivir. ¡¡Misterio!!
Misterio que queda despejado en parte, si advertimos
que como estamos compuesto de alma y cuerpo, que también podríamos decir que el
espíritu es el premio y el cuerpo el castigo cuando sufrimos sus inevitables
necesidades y a veces, desearíamos ser espíritus puros; pero el espíritu está condenado a soportar el cuerpo, que por otra parte, también
ofrece sus placeres.
Lo difícil; pero insoslayable es que debe existir
armonía y equilibrio entre el cuerpo y el alma, como lo tiene que haber entre
el trabajo y el descanso.
Cuando toque trabajar, hay que hacerlo
a conciencia y con honradez, responsabilidad y no para matar el tiempo y a
todos los que nos rodeen y, a ser posible, recordar aquello que decía Santa
Teresa: “Dios también anda entre los pucheros”
Hay que saber descansar y emplear bien la ociosidad
para que nunca se pueda decir que es la madre de todos los vicios y desmanes y
procurar que no influyan en nuestros pensamientos y comportamientos, los que
intentan divertirnos.
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