sábado, 18 de febrero de 2017

¿POR QUÉ AL SANTIGUARNOS PROCLAMAMOS NUESTROS CIMIENTOS?

            
            Cuando cruzamos nuestro pecho  con la señal de la Cruz,  Símbolo de nuestra SALVACIÓN  y  decimos:
          
            En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, estamos proclamando  nuestra CREENCIA nuestra ESPERANZA y  nuestro  AMOR a DIOS,  sin los cuales no podría existir la humanidad
            
            Bien es verdad que esto lo hacemos tan mecánicamente, que no somos conscientes de su grandeza; pero que por el hecho de cruzar su pecho con la señal de la cruz, muchos cristianos han  sido martirizados  y otros tantos  son  despreciados, insultados etc. etc.

           Aunque muchas veces se hace como si fuera un escudo protector del peligro, Dios lo agradece, porque  sin pretenderlo se está declarando la existencia del Dios UNO en esencia y TRINO en persona.

          Creemos en la existencia del Dios Padre, del Dios Hijo y Dios Espíritu Santo porque bien claro Jesucristo dijo:

         Id por el mundo entero y proclamad el Evangelio, Bautizando en el nombre del 
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

        En el Monte de Olivos, Jesucristo dijo:

       Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino como tú quieras”

       Y desde la Cruz con voz fuerte dijo: Eli, Eli, lama sabachtaní, que quiere decir: Dios mío. Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?.

       Santa Teresa de Jesús, Mística y Doctora de la Iglesia, en el capítulo  38 de su vida cuenta lo siguiente de la Santísima Trinidad:

     Desde a un poco, fue tan arrebatado mi espíritu, que casi me pareció estaba del todo fuera del cuerpo, al menos no se entiende que vive en él.
          
     Vi la HUMANIDAD  Sacratísima con más excesiva gloria que jamás la había visto. Representóseme por una noticia admirable y clara estar metido en los pechos del PADRE, Esto no sabré yo decir cómo es, porque sin ver me pareció que vi presente aquella Divinidad.

     Quedé tan espantada que pasaron algunos días y siempre me parecía traía presente aquella majestad del HIJO de Dios.

     Estaba un día, vísperas del ESPÍRITU SANTO, después de misa. Fuime a una parte bien apartada adonde yo rezaba muchas veces y comencé a leer en un Cartujano esta fiesta.

     Y leyendo las señales que han de tener los que comienzan y aprovechan los perfectos.

     Estando en esto, veo sobre mi cabeza una PALOMA, bien diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchitas que echaban de sí gran resplandor. Peréceme que  oía el ruido que hacía con las alas.

     Esto nos debería  ayudar a realizar con la CONCIENCIA de que, con un acto tan sencillo y fácil, estamos invocando, al Dios PADRE, al Dios HIJO y al Dios ESPÍRITU SANTO.

                   ¡¡Como para no VIVIR tranquilos si así lo CREEMOS!!  

  

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