jueves, 4 de mayo de 2017

CÓMO SE PUEDE HABLAR CON DIOS?

                   
            Es muy difícil hablar con los demás,cuando no tenemos con quién hacerlo, o nadie nos escucha, porque no somos nadie o porque no tenemos nada de qué hablar, 

           A Dios siempre lo tenemos a la escucha porque somos sus hijos y jamás nos haría oídos sordos.

           Pero ni nos lo creemos, ni tenemos tiempo, ni sabemos cómo hacerlo, ni de qué hablar. 

            Sepamos cómo San Agustín, en sus primeros artículo de su Libro de Confesiónes,  se puso al habla con Dios,

           ¿Y cómo habré de invocar a mi Dios y Señor?
             
            Porque si lo invoco será ciertamente para que venga a mí.

           ¿Pero qué lugar hay en mí para que a mí venga Dios?
           
           ¿Y cómo podrías Tú venir a mí si ya estás en mí?
          
           Los vasos que están llenos de Ti no te dan tu estabilidad, aunque ellos se rompieran, Tú no te derramarías

           Y cuando te derrames en nosotros, no Te rebajas, sino que nos levantas.
           
           No Te desparramas, sino que nos recoges.
          
           Tú eres  Sumo y Optimo y tu poder no tiene límites.
         
           Infinitamente misericordioso y justo al mismo tiempo.
        
          Nuca nuevo, nunca viejo; todo lo renuevas,
      
          Haces envejecer a los soberbios sin que ellos se den cuenta.
    
          Siempre activo, pero siempre quieto, todo lo recoges, pero nada Te hace falta.

          Eres un Dios que busca, pero nada necesita.         
          
          Ardes de amor, pero no te quemas.
        
          Nuca eres pobre, pero te alegra lo que de nosotros ganas.
      
          No eres avaro, pero buscas ganancias.
    
          Nos haces darte más de lo que mandas para convertirte en deudor nuestro.
  
          ¿Quién me hará reposar en Ti que vengas a mi corazón y lo embriagues hasta hacerme olvidar mis males y abrazarme a Ti, mi único bien?
         
         ¿Y quién soy yo para Ti, pues me mandas que te ame; y si no lo hago te irritas contra mí y me amenazas con grandes miserias?
         
         ¿Pero no es ya muchísima miseria el no amarte? ¿A quién más que a Ti puedo clamar para que me limpie?
            
          Límpiame, Señor, de mis pecados ocultos y líbrame de las culpas ajenas. Creo y por eso hablo.
          
         Tú, Señor lo sabes todo. Yo te he confesado mis culpas, Señor, y Tú me las perdonaste.
       
         No voy a entrar en pleitos contigo, que eres la Verdad.
    
         No quiero engañarme, para que “Mi iniquidad no se mienta a sí misma”(Salmo 26-12).
         No entraré, pues, en contienda contigo, pues “Si te pones a observar nuestros pecados. ¿Quién podrá resistir? (Salmo 129-3) 

No hay comentarios: