Lo indigno por nuestra parte, lo misterioso y amoroso por parte de Dios, es que nos atiende siempre; pero no a nuestro gusto y YA.
Y como lo hace porque nos quiere y le agrada tanto estar a nuestro lado, que no le importa que abusemos de ÉL y encima LE critiquemos porque no nos ha concedido lo que, a veces, hemos pedido como demasiada insistencia.
Si hacemos un
recorrido a nuestra vida y si recordamos alguna petición no correspondida por
Dios, podremos comprobar que si la hubiera concedido, nos habría sido
perjudicial.
Y es que Dios es el PADRE más Sabio y Amoroso de todos los tiempos y por
lo tanto es el único que sabe lo que más nos conviene.
Alguien dirá: Si Dios sabe lo que nos CONVIENE ¿Para
qué molestarle pidiéndoselo? El que así
preguntara, ¡¡Qué poco conoce a Dios!!
Como por desgracia, sólo nos acordamos de Dios como de
“Santa Bárbara cuando truena” y Él lo que desea es estar con nosotros, no tiene
otro modo de ponerse en contacto con nosotros que obligándonos a tener que
ponernos en contacto con ÉL por medio de la SÚPLICA confiada y duradera.
Cuanto más tarde
en concederla, más tiempos nos
sentiremos obligados a estar a su lado.
No hará falta
meterse en una iglesia, que en algunos casos, estará mejor porque allí está
presente en la Eucaristía ;
pero si no se puede, es suficiente con entrar dentro de uno mismo que es donde
también está Dios porque como dijo San Pablo.”En Dios, somos, vivimos y nos
movemos”.
Y como bien claro dijo Jesucristo: "No andéis buscando a Dios aquí o alli, porque está dentro de vosotros.
Que nuestra súplica no sea nunca como la de aquel que decía: “Señor dame paciencia; pero que SEA YA”
Y como bien claro dijo Jesucristo: "No andéis buscando a Dios aquí o alli, porque está dentro de vosotros.
Que nuestra súplica no sea nunca como la de aquel que decía: “Señor dame paciencia; pero que SEA YA”
Bien es verdad que el que espera, se
desespera, pero también es verdad que “Con paciencia y una caña, todo se
alcanza” y El que la sigue la consigue”
Sobre todo recordemos
lo que Jesucristo dijo:
“Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y
se os abrirá”
El día que consigamos sentar a Jesucristo en nuestra
mesa, no para darle un banquete a la carta, sino sencillamente entablar una
íntima conversación de TÚ a tú, sentiremos una felicidad desconocida.