viernes, 11 de agosto de 2017

¿QUÉ DESCUBRIÓ PAUL CLAUDEL EN NOTRE DAME DE PARÍS?


        Para el que nunca haya entrado en una Iglesia o apenas la visita, le sería de mucho PROVECHO entrar en ella, no sólo porque quiera encontrar a Dios CREYENDO  que allí  está PRESENTE en el tabernáculo, sino porque sepa que será ACOGIDO con cariño por Jesucristo, por el sólo hecho de haber entrado, como le aconteció a Paul Claudel, gran poeta, dramaturgo y diplomático francés que se sintió llamado por Dios, como así lo cuenta el mismo

       “Fui a Notre Dame de París para asistir a los oficios de Navidad.

         Yo no creía en nada; pero me parecía que en las ceremonias católicas encontraría inspiración para escribir algo.

        Los  niños del coro vestidos de blanco estaban cantando lo que después supe que era el Magníficat.

         Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida.

         En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda…

        ¡Dios existe, está ahí! ¿Es alguien, es un ser tan personal como yo!

       ¡Me ama! ¿Me llama!

       La misma noche de ese memorial día de Navidad tomé una Biblia y por primera vez escuché el acento de esa voz tan dulce y a la vez tan inflexible de la Sagrada Escritura que ya nunca ha dejado de resonar en mi corazón”  

                 El que entre en la Iglesia, rece, comulgue y haya tratado con intimidad a Jesucristo y al salir a la calle siga PENSANDO, en medio del ajetreo y trabajo que Jesús sigue a su lado y si se divierte o se encierra en su casa y siga pensando que Dios sigue a su lado, podría responder como cuenta Djelaluddin Rumi, célebre poeta místico musulmán. 

                 "Alguien entrando en su cuarto, le preguntó:

               ¿Por qué te quedas aquí solo el día entero?

                Ahora que has entrado, realmente me he quedado solo,

                Porque me has separado de Dios"

                Lo ideal  y deseado sería vivir como decía San Juan de la Cruz.

                Mi alma se ha empleado
                y todo mi caudal en su servicio.
                Ya no guardo ganado
                ni ya tengo otro oficio;
      que ya sólo en AMAR es mi ejercicio.


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