Podría decir que Jesucristo es nuestro bastón blanco o perro adiestrado que nos iría guiando y evitar darnos trompazos; pero prefiero pensar que es nuestro Lazarillo a la vieja usanza porque es más humano y real.
Alguien puede pensar que poner a todo un Dios como un Lazarillo es demasiado humillante.
¿Pudo existir mayor humillación que morir crucificado como un forajido?
Dios es tan grande, tan grande y nosotros tan pequeños, tan pequeños, que sólo así nos podremos entender. "Los extremos te tocan."
Como resucitó con todo su poder, tiene toda la autoridad de este mundo para decir: “El que me sigue no anda en tinieblas.” ¿Quién puede prometer esto si no es Dios?
Aunque Jesucristo es Dios, prefiero imaginármelo como “Lazarillo de Tormes”, porque Él, y sobre todo nosotros, a veces, nos comportamos con la misma picaresca que el ciego y su lazarillo.
¿Cuántas veces LO recibimos en la Sagrada Forma y LO defraudamos porque El espera algo más de nosotros, más atención, más cariño, más fe, más obediencia y seguimiento al camino que nos pueda marcar?.
LE estamos engañando con buenas intenciones y promesas, como lo hacía el ciego.
También es verdad que, a veces, Dios, escarmentado por nuestra desobediencia y tozudez, no tiene más remedio que meternos por caminos pedregosos y enlodados para que al tropezar, aprendamos para no volver a tropezar.
Jesucristo preguntó: ¿Puede un ciego guiar a otro? ¿No caerán ambos en el hoyo?
Cuidado con aceptar los consejos y doctrinas de tantos ciegos visionarios que nos quieren llevar por túneles sin salidas a lo transcendente.
Si seguimos los consejos de Jesucristo, no acabaremos en el hoyo.
viernes, 10 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario