jueves, 30 de julio de 2009

YO NO TENGO LA CULPA

Esta frase la tenemos casi siempre a flor de labios, tengamos la culpa o no. Muy pocas veces nos reconocemos culpables y lo confesamos.

Al que es considerado como inteligente, aunque realmente no lo sea, le falta la suficiente humildad para reconocer su error; pero si de verdad es inteligente, lo reconocerá “Porque de sabios es rectificar,” sabiendo que conseguirá más prestigio y credibilidad.

Comportamiento que brilla por su ausencia en los políticos y así les va. No llegan ni al aprobado.

Cuanto menos vale una persona y más se equivoca, es el que nunca tiene la culpa y, si puede, se la endilga a otro. ¡Cuántas trifulcas se forman en la política, en el trabajo y en la familia!.

El día que todos borremos de nuestra boca y pensamiento esta frase y nos confesemos culpables, la convivencia entre todos será mucho más pacífica.

Si cuando Dios recriminó a Adán el haber comido de la fruta prohibida, hubiera admitido su culpa, sin echársela a Eva y esta a la serpiente, posiblemente, ahora estaríamos todos disfrutando del Paraíso.

Dios se dio cuenta que además de desobedientes, íbamos a ser tan tercos, soberbios y mezquinos, que en lugar de reconocernos culpables, hasta le echaríamos la culpa a EL, de nuestros errores o males. Siempre tiene la culpa alguien.

Se camina mucho mejor ante los hombres con humildad y reconociendo nuestras limitaciones y errores y jamás actuar como “Un roba peras” adjudicándose los méritos ajenos. Es lo más denigrante.

El misterio de los misterios, es que el GRAN CULPABLE, fue Nuestro Señor Jesucristo que CARGÓ con todas nuestras culpas y pecados para que nos pudieran ser perdonados, siempre que nos sintamos culpable y los confesemos, como lo hizo el Buen Ladrón.

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