lunes, 9 de agosto de 2010

¿ES UN TESORO EL REINO DE LOS CIELOS?

“Es semejante el Reino de los Cielos a un TESORO escondido en un campo, que quien lo encuentra, lo oculta y, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”. Esto es lo que dijo Jesucristo.

Los que no crean que exista una VIDA eternamente FELIZ, tampoco creerán en la existencia de tal tesoro, y por lo tanto no lo buscarán.

Lo primero para buscar un tesoro escondido es tener la CERTEZA de que EXISTE, aunque se ignore donde está.

Mediante una FE contra viendo y marea, se puede adquirir la CERTEZA de que EXISTE el Reino de los Cielos, que es el VERDADERO tesoro inagotable, todos los demás, son perecederos.

Donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón, y como en el corazón anidan todas las ilusiones y deseos, es por lo que deberíamos ponerlo a buscar ese tesoro.

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, os lo diría, porque voy a prepararos el lugar.

Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros. Pues para donde yo voy, vosotros conocéis el camino.

Díjole Tomás: No sabemos a dónde vas. ¿Cómo pues, podemos saber el camino?

Jesús le dijo: Yo soy el CAMINO, la VERDAD y la VIDA, nadie viene al Padre, sino por mí.

¿Quién será el más grande en el Reino de los Cielo? Preguntaron los discípulos. Jesús, llamando a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.

Queda bien claro que para conseguir el Reino de los Cielos, ahora como un adelanto y después en toda su plenitud, no tenemos más remedio que hacernos como niños, que corren a refugiarse en los brazos de su padre, plenamente confiados, cuando se ven en peligro.

Puesto que Jesucristo dijo que: “SIN ÉL, NO PODEMOS HACER NADA” y “QUE SE QUEDABA CON NOSOTROS hasta la consumación de los siglos”, ya sabemos en los brazos de quien nos tenemos que refugiar ante cualquier adversidad, como niños, y confiar, ya como adultos, entrar un día en ese REINO DE LOS CIELOS.

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