miércoles, 13 de julio de 2011

¿Por qué se ODIA más el MAL que AMAR el BIEN?

Si hacemos un recorrido por la historia de la humanidad comprobaremos que todas las guerras y las revoluciones sociales, políticas han surgido porque se quería combatir un MAL Real, Hipotético o Inventado para enardecer a las masas.

Son más populares y frecuentes las manifestaciones violentas y casi siempre son destructivas y siempre son multitudinarias.

Las pacíficas que abogan por algún BIEN como sería el de la vida, el de la familia, pidiendo una buena educación con principios morales y religiosos que son a cosas BUENAS y positivas, apenas se protagonizan y se fomentan.

Ningún Santo ha enardecido, ni amotinado ni ha conseguido que le aclame públicamente toda una nación, cosa que sí lo han hecho dictadores, líderes revolucionarios y, a veces, hasta genocidas.

San Pablo en su epístola a los Romanos cap.7 escribió:

“El querer el BIEN está en mí; pero el hacerlo, no. En efecto no hago el BIEN que quiero, sino el MAL que no quiero. Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el PECADO, que habita en mí.”

Se da la paradoja que odiando el MAL que es el PECADO, lo amamos como si fuera un BIEN.

Como para las ideologías ateas o laicistas no existe el PECADO, ya sólo nos tendríamos que preocupar de buscar el BIEN; pero no el que quería San Pablo, sino los BIENES materiales, caducos, que muchas veces, se convierten en MALES.

Que se lo pregunten a los corruptos descubiertos, a los divorciados que destruyen una familia etc.etc.

Pero ¿Por qué a los que rechazando tales ideologías y teniendo conciencia del PECADO, les sucede que no hacen el BIEN que quieren que son las virtudes, sino el MAL que no quieren?

Lo único que se puede hacer ante cualquiera que nos ataque, estando indefensos, es HUIR.

Pues cuando una tentación nos incite al pecado, lo único que se debe hacer es REFUGIARSE en la virtud. Si es un MAL pensamiento, buscar un BUEN pensamiento.

Se cuenta que a San Jerónimo le atormentaban tanto los malos pensamientos, que para evitarlos se enfrascó con tanta intensidad en el estudio de las distintas lenguas en que estaban escritos los Evangelios para traducirlas al Latín que consiguió escribir la célebre Biblia, llamada Vulgata.

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