viernes, 4 de septiembre de 2015

¿Cuándo PENSAMOS en el PADRE en el HIJO y en el ESPÍRITU SANTO?


¡¡Hay que ver la cantidad de cosas inútiles en las que pensamos día y noche y qué poco nos acordamos del Dios Padre, del Dios Hijo y del Dios Espíritu con quienes tarde o temprano nos veremos!!

Bien es verdad que todo lo que se refiere a Dios es un misterio y el que sea UNO en esencia y TRINO en  personas, es tan incomprensible, como el que San Agustín lo estuviera intentando y comprobó que le era tan difícil  como el hecho de que un niño pudiera meter a todo  el océano en el hoyo que estaba haciendo en la playa.

Hoy día estamos rodeados de tantas cosas incomprensibles y las aceptamos como lo más  natural;  por ejemplo, que este artículo mío lo puedan estar leyendo al mismo tiempo en China, Japón, la India y en tantos países.

Si aceptamos como lo más natural todos estos adelantos científicos sin comprenderlos. ¿Por qué hay tantos que se declaran ateos o agnósticos porque no comprenden a Dios?

Porque bien claro Jesucristo dijo:

“Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeños, Si, Padre, porque así te plugo.

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”

Nos vendría muy bien, no sólo CREER en Jesucristo, sino CONOCER cuanto nos ha revelado.

Para eso hagamos un breve recorrido por la Sagrada Escritura para conocer quién es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y su relación con nosotros.

Al principio creó Dios los cielos y la tierra.

 La tierra estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían la faz del abismo, pero el ESPÍRITU DE DIOS  se cernía sobre la superficie de las aguas.

Ya tenemos actuando precisamente a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, tan olvidada por nosotros.

Dijo Dios HAYA luz. HAYA firmamento. HAGA brotar la tierra y así sucesivamente en indeterminado o en SINGULAR hasta que llegó el momento cumbre de su creación y dijo:

HAGAMOS al hombre a nuestra imagen y semejanza para que supiéramos que fue una actuación de las Tres Divinas Personas.

La concepción de Jesucristo fue así:

Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló haber CONCEBIDO María del ESPÍRITU SANTO.

El Dios Padre a través de los profetas y en particular por Isaías en su capítulo 53 resumido vaticinó cómo sería y lo que haría por nosotros su unigénito hijo nuestro Señor Jesucristo

“Despreciado y abandonado de los hombres,  varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento, menospreciado sin que le tengamos en cuenta.

Pero fue ÉL quien soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores,  mientras que nosotros lo tuvimos como castigado, herido por Dios y abatido.

El castigo de nuestra paz fue sobre él y en sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros andábamos errantes como vejas, siguiendo cada uno su camino.

Maltratado, más ÉL se sometió, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero.

Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa.

Dispuesto estaba entre los impíos su sepultura y fue igualado a los malhechores, a pesar de no haber cometido maldad ni haber mentira en su boca.

El Justo mi Siervo, justificará a muchos y cargará con la iniquidades de ellos.

Por eso  yo le daré por parte suya muchedumbres y dividirá la presa con los poderosos, por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores, llevando sobre sí los pecados de muchos e  intercediendo por los pecadores”

Todo esto se cumplió plenamente en Jesucristo como lo cuentan los que fueron testigos de todo, como San Juan.

Conocemos la Personalidad del Espíritu Santo y su relación con nosotros cuando San Pablo en sus diversas cartas nos dice:

“Dios nos ha revelado por su Espíritu, que el Espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios.

Pues ¿Qué hombre conoce lo que en el hombre hay sino el Espíritu del hombre, que en él está?

Así también las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido.

Guardaos de entristecer al Espíritu Santo de Dios, en el cual habéis sido sellados para el día de la redención.”

Reconozco que es muy difícil PENSAR o imaginar cómo será  el Padre que nadie, ni siquiera Abraham ni Moisés, que oyeron su voz, LO vieron.

Podemos PENSAR imaginándonos a Jesucristo, puesto que fue hombre y además nos dijo: Quien me ve a mi, ha visto al Padre”

Es muy difícil PENSAR o imaginarnos al Espíritu Santo, puesto que es el más invisible y que nadie ha visto ni oído y sin embargo es el que más actúa en nuestro interior porque es el “Dulce huésped del alma” a quien no vemos pero que lo podremos sentir, como a un ser querido en la OBSCURIDAD de una habitación.

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