domingo, 4 de julio de 2010

TAMBIÉN DIOS TIENE SUS CAPRICHOS

Hay caprichos que valen millonadas y otros que son baladíes ridículos, deleznables o misteriosos e INEXPLICABLES.

Dios ha tenido conmigo TRES caprichos inexplicables e incomprensibles para mí.

Tendría yo unos 17 años, un domingo de invierno, y lo sé por el sol que me daba en la acera por donde venía de la Iglesia de oír Misa y comulgar, distraído, cuando de pronto, como en un chispazo, SENTÍ a Dios presente muy dentro de mí.¿Cómo fue? No lo puedo explicar. Creo que fue un capricho de Dios Padre.

Jamás LO he vuelto a sentir habiendo oído Misas y comulgado miles de veces y lo tengo grabado en mi recuerdo como si hubiera sido ayer.

Otro domingo, por esas fechas, al salir de presenciar un partido de futbol, entré en la Ermita de la Virgen de mi pueblo, que estaba cerca del campo para hacer la visita al Santísimo que todos los días la realizaba en mi Parroquia.

Nada más entrar me arrodillé en el último banco, distraído y con prisas porque tendría que alcanzar a mis amigos para ir al cine con ellos y al observar que el Santísimo estaba en Exposición Menor, VI, no sé cómo que allí estaba PRESENTE Jesucristo.

Tampoco he vuelto VERLO nunca, aun después de muchas horas de oración delante del Santísimo.

Angustiado porque mi hermana mayor tenía que viajar a Madrid para operarse de un quiste hidatídico, entré una tarde en la Iglesia para hacer la visita de todos los días e hice la promesa de no ir al cine durante dos meses, única diversión por aquellos tiempos y también, dije así de pasada:

“Señor si mi hermana se salva y TU me llamas, TE SEGUIRÉ”.

Me olvidé por completo de aquel ofrecimiento.

Yo estaba enamoradísimo platónicamente, lo permitido por la edad y por los tiempos de entonces, cuando de un modo casual cayeron en mis manos unas revistillas de “Bromas y de Veras” tituladas, “Valientes” y “Dios lo quiere”.

De una manera misteriosa se produjo en mi interior un deseo tan profundo de dedicar mi vida por completo al servicio de Jesucristo y llegar a ser misionero de infieles que fui aceptado en la Compañía de Jesús, en donde pasé los mejores 14 años de mi vida.

Solicité ser enviado a nuestra Provincia del Ecuador para ser destinado a las misiones, fui aceptado; pero al final por razones ajenas a mi, no me enviaron. Pasados los años, fue admitida mi petición de ir al Japón y tampoco se cumplió mi deseo.

Al dudar de si realmente Dios me había llamado y todo había sido la ilusión juvenil, le dije a mi Padre Espiritual al comienzo de mis estudios de Teología, que si antes de ordenarme me sucedía algo inexplicable, era señal de que Dios no me había llamado y que por lo tanto no debería ordenarme.

Sucedió lo inexplicable; pero lo mas INEXPLICABLE fue que en aquellos momentos cruciales de mi vida, no me ACORDÉ de que Jesucristo me había llamado, cuando aceptó mi PROMESA de seguirle si me llamaba. Promesa que solamente recordé cuando murió esa hermana y yo estaba casado y con tres hijas.

No hay comentarios: